Enlazando con la publicación anterior, he visitado la calle en la que nació el guitarrista y compositor Francisco García Palacios, más conocido como Paco Palacios (1957-1993).
Aquí pasó su infancia y estuvo el local donde ensayaba el primer grupo que fundó, «Los Bequer», a principios de los años 70. Destacó como profesional de la mano del gran Miguel Ríos, quien lo contrató y con el que colaboró en los míticos conciertos del Rock & Ríos en 1982, participando en la grabación del disco del mismo título, el más vendido de la historia del rock español.

Paco Palacios
El aspecto de la calle cuando Paco Palacios la recorría en sus comienzos como músico, no sería muy diferente al que captó en 1963 el fotógrafo que mejor ha retratado los cambios experimentados en nuestras calles en la década de los 60, y después en los 70.
Me refiero a Baldomero Perdigón Puebla (1939-2019), el único que tuvo el acierto de enfocar con su cámara, no solo a los edificios emblemáticos del patrimonio complutense -algo deslucidos entonces-, sino también las callejuelas, callejones, esquinas, edificios ruinosos, descampados, etc. que nadie osaba retratar.
Y es por ello por lo que su archivo fotográfico, formado a base de recorrer cada calle de Alcalá con la cámara al cuello sobre su Vespa, es una detallada crónica visual indispensable para entender la evolución de Alcalá desde entonces hasta la actualidad.
De las modestas viviendas que salían en sus fotos de la calle Encomienda quedan unas pocas encajonadas entre los edificios nuevos, que conservan el mismo ambiente humilde de la calle que captó Baldomero.
Lo que también ha desaparecido es la imagen que se divisaba al final de la calle, dirección hacia Ronda Ancha, del cerro Malvecino, gráfico nombre que le pusieron los musulmanes durante el asedio al que sometió, en 1118, el Arzobispo de Toledo don Bernardo de Sedirac, la fortaleza de ‘Qal‘at ‘Abd as-Salam’ situada en el cerro contiguo para conquistarla, consistente en arrojar enormes piedras y bolas de fuego con catapultas desde dicho monte.
Actualmente el cerro queda oculto por las viviendas subvencionadas que se levantaron en la manzana formada por las calles Ronda Ancha, Marqués de Alonso Martínez y el Pº de la Alameda, que fueron construidas en 1966 para los «imponentes» de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, humildes ahorradores que guardaban en ella sus pequeños caudales.
Cuesta creer que se pudiera divisar el cerro desde esta calle a la vista de lo que se ha edificado desde entonces entre la calle Ronda Ancha y la avenida Virgen del Val, donde se puede ver el Malvecino al completo.
La calle Encomienda tiene 212 m de longitud y debe su nombre a la cruz que llevaban los caballeros de las órdenes militares cosida en la capa o en la ropa.
Está situada en lo que se denominó arrabal de Mártires, extramuros de la Puerta de Guadalajara (popularmente Cuatro Caños) que dejó de llamarse así en marzo de 1568 cuando se produjo la reversión de las reliquias de los Santos Niños Mártires Justo y Pastor procedentes de Huesca, y que entraron en procesión en Alcalá por la que sería desde entonces Puerta de los Mártires.
Este arrabal, como todos los caseríos que se originaban junto a las puertas de acceso a la ciudad, fue zona de fondas, hostales y alojamientos, y se vio envuelto en una tragedia que seguro impactó a la sociedad alcalaína de 1812 cuando la Gaceta de Madrid informó que en él vivía el asesino del doctor D. Matías Brea, presbítero y canónigo de la magistral de Alcalá de Henares, que fue degollado y tirado a un pozo la mañana del 22 de marzo, domingo de Ramos, de ese año.
Una historia de venganza protagonizada por un inquilino que robó a su casero, presbítero, y que descubierto por éste, fue desalojado, lo que provocó su deseo de venganza. Tres meses después los dos acusados fueron condenados a pena de garrote.
Arranca la calle Encomienda desde la Avenida de Guadalajara con una llamativa esquina redonda. Más que la esquina es llamativo el edificio que la conforma, de una belleza estética innegable en la más pura tradición neomudéjar que tanto se prodiga en Alcalá.
Desconozco si fue el caso, pero este recurso arquitectónico nació con la planificación de grandes avenidas a finales del XIX. Pretendían facilitar con ello la ventilación de las calles, hasta entonces bastante insalubres. La particular redondez de la esquina resultó ser un anticipo del cruce que se forma con la calle Cruz de Guadalajara a mitad de la vía, en el que los cuatro edificios que lo forman están rematados con cuatro chaflanes.
Otro recurso arquitectónico típico de los ensanches españoles del siglo XIX, que fue ideado por el ingeniero Ildefonso Cerdà Sunyer (1815-1876), diseñador del Eixample de Barcelona, donde abundan estos elementos que son lo más característico de este modelo urbanístico.
Es otra opción para suprimir las agresivas esquinas mediante la unión, con una línea oblicua, de los lados de sus manzanas, eliminándose aquéllas para mejorar la circulación y la visibilidad, y de paso ampliar los cruces. Exactamente como ocurre en este cruce.
Estos edificios se levantaron en 2001 y son de bastante más altura que las casitas de las fotos de Baldomero Perdigón. El edificio más moderno de todos es un hotel, vestigio de siglos pasados cuando en la zona se anunciaban alojamientos y alquiler de habitaciones.
Es llamativa la cantidad de escudos nobiliarios que adornan las nuevas construcciones, con las cuales también han proliferado los garajes cuyas puertas sirven de lienzo al arte urbano con grafitis artísticos, que se agradecen, sobre todo, si son de tema cervantino como es el caso de uno de los dos que hay en esta calle.
Realizados por el pintor muralista (según se define él mismo) Rubén Bernao Montero, activo desde 2007, según el investigador José Carlos Canalda que tiene catalogados todos sus trabajos en Alcalá.
Es un experto plasmando la obra cervantina en los muros, cierres y cualquier soporte que se le ofrezca. Cuenta con un abultado catálogo de obras esparcidas por todo el callejero alcalaíno, algunas de las cuales me han servido para ilustrar varios textos.
El otro sería más del gusto de Paco Palacios, al tratarse de una furgoneta Volkswagen de esas que portaban tablas de surf en California y que tanto se popularizaron en los 80, años en que el guitarrista estaba en la cresta de la ola.
Textos e imágenes @complumiradas