

COMPLUTUM, LA ÚNICA CIUDAD ROMANA DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Parte II
Como Complutum era una ciudad eminentemente administrativa donde el estado ya no tenía autoridad, el «novedoso» panorma urbanístico donde había algunas zonas deterioradas o incluso parcialmente abandonadas se mantuvo hasta el siglo VIII.
La mayoría de sus edificios públicos se fueron quedando vacíos o fueron desmontados con destino a otras construcciones, algunas aún perduran en el casco antiguo de la ciudad, y a otras zonas del valle, dando lugar a un paisaje disperso y cristianizado que nada tenía que ver con la esplendorosa ciudad romana.
Y es con la invasión islámica (711), cuando tuvo lugar el colapso definitivo de la vieja ciudad romana al incluirse el territorio en el sistema defensivo musulmán de la Marca Media.
El nuevo asentamiento, dependiente de la taifa toledana, bajo el nombre árabe de Q`alat abd Al-Salam (castillo de Salam, que conocemos cómo Alcalá la Vieja), volvió de nuevo, y convenientemente, a los cerros más abruptos de la margen izquierda del río Henares, concretamente al conocido como cerro del Castillo (630 m), entre el Ecce Homo (836 m) y el Malvecino (644 m), donde se levantó una fortaleza musulmana de planta irregular con ocho torres que dominó la zona hasta que fue tomada en 1118 por el ejército del arzobispado de Toledo.
Mientras, el suburbio oriental cristiano del Campo Laudable se convertiría, a partir del siglo XII, en plena expansión visigoda y del cristianismo, uan vez desaparecido el poder imperial, en el Burgo de Santituste medieval, desplazando su denominación romana.
Desde el año 2009, el yacimiento de Complutum, excavado y restaurado, está abierto al público. El conjunto incluye el Paredón del Milagro, en las inmediaciones del Foro, lugar en el que la tradición sitúa el martirio de los Santos Niños Justo y Pastor.
Este elemento junto a la cercana Fuente del Juncal, son los únicos restos romanos que históricamente han estado siempre a la vista de los complutenses sin mediar excavación alguna. Diez años antes de la apertura del yacimiento, habían comenzado las visitas a la Casa de Hippolytus, el otro recinto que completa el parque arqueológico.
La memoria de este yacimiento, hoy tan importante, cuya existencia se conoce desde el siglo XVI, se consumió en el incendio que sufrió en 1939 el Archivo General de la Administración, entonces instalado en el Palacio Arzobispal, donde ardieron los documentos que informaban de su antigüedad, junto al valioso contenido del primer Museo Arqueológico Complutense que guardaba las piezas que se habían extraído hasta ese momento, fruto del afán coleccionista de la «protoarqueología» que se desarrolló en los siglos XVII, XVIII y XIX.
En la actualidad el yacimiento ha recuperado la importancia que merece, y donde hubo expolio y olvido durante siglos, ahora se puede pasear entre restos de basílicas, termas, columnas, casas con preciosos mosaicos, y disfrutar contemplando su belleza y la de las excepcionales pinturas murales de la que está llamada a convertirse en la pequeña Pompeya de Madrid por albergar una vivienda del s. I d.C., la Casa de los Grifos, que tiene la mejor colección de pinturas romanas de España.
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