En este mes de septiembre es cuando se celebra a la patrona de Alcalá, Ntra. Sra. de la Virgen del Val.
He acudido a dos alcalaínos devotos y muy relevantes de nuestra ciudad para contar algunas cosas sobre esta festividad. Por un lado a Ramón del Olmo, por el que siento un gran afecto, y que ha sido testigo vivo de todo lo acaecido en Alcalá en sus 85 años de vida transcurridos aquí -de los 95 que cuenta-, razón por la que fue nombrado Hijo Adoptivo de Alcalá y es conocedor de primera mano de cómo se realizaban las celebraciones de la Virgen del Val que él vivió, y en las que tuvo un pequeño papel que le haría muy grande.

Ramón del Olmo y José Carlos Canalda – 1997
En la década de los años 70 las procesiones de Semana Santa, y sobre todo la de la patrona de Alcalá, empezaron a desfilar acompañadas por la megafonía de Ramón del Olmo, el hombre del sonido le llamaban algunos. Los sacerdotes José Antonio Pol y Manuel Palero fueron quienes sugirieron a Ramón que utilizara su furgoneta y el megáfono, sus herramientas de trabajo, para contribuir con la audición de los cánticos interpretados por los dos sacerdotes a ensalzar y dar más solemnidad a la procesión.
El que en 1992 fuera nombrado Cofrade Honorífico por colaborar durante tantos años en esta labor desinteresadamente y con gran devoción, aún conserva alguna de esas cintas de casete con las grabaciones que sonaban desde su furgoneta siguiendo a la procesión. Reconoce que aquellas procesiones junto a la Virgen del Val han sido de los actos de los que más orgulloso se siente.
En sus conversaciones, libros y en la prensa alcalaína no ha dejado de referirse constantemente a los gratos recuerdos que conserva de la Cofradía de la Virgen del Val, pero sobre todo de aquella cena en la que recibió 24 obsequios, entre ellos la Medalla de la Virgen del Val, que conserva en un lugar especial en el museo que tiene en su casa.
Comparte con la Virgen del Val el honor de haber sido nombrados ambos Caballero Almogávar Paracaidista de Honor por la BRIPAC.
José Carlos Canalda, investigador y amante de su ciudad, tiene en común con Ramón que siente un gran orgullo de que la tradición de esta celebración se haya revitalizado. Con frecuencia acudo a él para aprender más sobre Alcalá, y en este caso porque fue pregonero en la inauguración de las Fiestas de la Virgen del Val de 2017.
Precisamente en ese pregón destacó la importancia de defender las tradiciones ya que en un mundo tan globalizado donde da igual visitar una calle comercial de Madrid, París, Londres o Nueva York, «porque todas parecen ser clónicas», las tradiciones son las que nos distinguen y nos conforman. Por ello -dice el investigador- que renegar de ellas o calificarlas de retrógradas alegremente es de necios, y que renunciar a tus raíces es renunciar a tu esencia. Aunque matizó que hay que ser cautos ya que:
«Las tradiciones son como la ropa que nos abriga; deben ser resistentes y confortables, pero hay que tener cuidado de que no se conviertan en un corsé que nos acabe atenazando; es importante por ello que, a la par que sólidas, sean flexibles y sepan evolucionar adaptándose a las nuevas circunstancias, porque aunque su esencia siga siendo la misma, resulta evidente que no puede ser igual ahora que en el pasado, de modo que sería un grave error pretender comportarnos de idéntica manera a como lo hicieron nuestros antepasados.»
Por ser Alcalá una ciudad tan antigua es muy rica en tradiciones. Pero por nuestra cultura católica muchas de ellas tienen carácter religioso. Destaca el escritor que, por orden de antigüedad, son los Santos Niños, la Virgen del Val, San Diego y las Santas Formas las que más huella han dejado en Alcalá. «…hasta el punto de que si no hubiera sido por ellas Alcalá sería hoy muy distinta.»
A grandes rasgos, sobre la Virgen del Val, la tradición más antigua dice que un labrador encontró accidentalmente la imagen en 1184 cuando araba unos terrenos cercanos al Henares frente al castillo árabe, y que tras varios inexplicables retornos de la Virgen al lugar en el que fue hallada se decidió erigirle allí una ermita. Otras versiones retrasan el hallazgo al siglo XIV, aunque en esencia los detalles vienen a ser similares.
La existencia de su cofradía está documentada desde mediados del siglo XVII, lo que la convierte en una de las más antiguas de la ciudad junto con otras de esta misma época como la de los Doctrinos, la de la Agonía, la de la Soledad o la del Santo Entierro.
Sin embargo el culto a la Virgen del Val en Alcalá es muy anterior a la existencia de la cofradía, con una continuidad a lo largo de los siglos no sólo de su veneración y patronazgo, sino también en casos extraordinarios como sequías, riadas o epidemias, atribuyéndosele varios milagros que con los siglos la han vinculado a la corporación municipal culminando con su nombramiento como Alcaldesa Perpetua en 1924. Y otorgándosele la Medalla de Oro de la Ciudad en 1992.
También la Universidad la honró con el título de Doctora en 1791, y le concedió la Medalla de Oro en 1993. En la década de 1980, la Brigada Paracaidista, Cofrade de Honor desde 1984, se sumó a estos reconocimientos nombrándola Caballero Almogávar Paracaidista de Honor -como ya he dicho- que haría en 2005 con Ramón del Olmo. Así mismo es patrona de la Policía Municipal y fue coronada canónicamente en 2009.

3 postales de la Virgen de finales del siglo pasado
De aquella década de los años 40 recuerda José Carlos Canalda que la procesión no era muy diferente a la actual. La víspera de la fiesta la procesión salía de la Magistral, acompañada de las autoridades civiles y religiosas, por las calles Mayor y Libreros.
Las comitiva se despedía en la antigua Puerta de Mártires (Cuatro Caños) y continuaba, ya como romería, por Teniente Ruiz y el Paseo de la Alameda. A la altura de la actual Plaza de la Juventud la imagen se desmontaba de la carroza y era llevada en andas hasta la ermita por la actual avenida de la Virgen del Val, entonces un camino sin pavimentar flanqueado de huertas, junqueras y alamedas ribereñas del Henares.
La Virgen permanecía en la ermita el día de la fiesta en que se celebraba una misa al aire libre y el lunes siguiente partía de vuelta a la Magistral haciendo el mismo recorrido, pero en carroza desde la Plaza de la Juventud por el Paseo del Val hasta la Puerta de Aguadores donde la recibían las autoridades en la plaza de los Doctrinos. Por la calle Colegios llegaba hasta el Ayuntamiento donde la esperaba la corporación en calidad de alcaldesa y se le entregaba el bastón de mando, para finalmente continuar hacia la Magistral por Santa Úrsula y Escritorios.
Muchos alcalaínos aprovechaban la visita a la ermita para hacer en la explanada una improvisada merienda ya que la festividad de la patrona no llevaba aparejada verbena alguna como en otras celebraciones religiosas.
En los años ochenta el distrito del Val comenzó a celebrar sus fiestas patronales coincidiendo con la festividad, y años después la Asociación Hijos y Amigos de Alcalá rescataron la tradicional merienda en la explanada de la ermita.
La colaboración de la Policía Municipal, llevando a la Virgen en andas a la ida, y de la Brigada Paracaidista a la vuelta escoltándola y cantando “La muerte no es el final”, es la aportación más destacada a la procesión en los últimos años.
Curiosidades alrededor de la imagen de la virgen, la ermita y el culto:
– La imagen actual más antigua que existe data de mediados de la década de 1945. La original despareció durante la guerra siendo dragado incluso el río en un intento de encontrarla.
– La primera imagen que se encargó para sustituir a la desaparecida no gustó ni a los cofrades ni a los alcalaínos porque no se parecía en nada. Así que se encargó otra réplica idéntica a la original que es la que se venera.
– Esta imagen está en la Catedral-Magistral y no en la ermita donde hay una reproducción de 1993.
– El retablo que la cobija es una reproducción de la tribuna del Paraninfo de la Universidad que fue construido para una de las carrozas de las Ferias de 1944. El retablo mayor original desapareció durante la guerra.
– La ermita actual fue levantada en 1929, ya que las anteriores fueron arrasadas por las crecidas periódicas del río Henares.
– La tradición le atribuye numerosos milagros relacionados con sequías, riadas y epidemias. Como aquél ocurrido cuando la Virgen retornaba a su ermita a la vuelta de una rogativa motivada por una gran sequía, y comenzó a llover de tal manera que hubo que refugiarse en la capilla de San Ildefonso durante varios días.
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