La historia de las Santas Formas es una de las tradiciones religiosas más antiguas y arraigadas de Alcalá de Henares. No hay historiador o investigador local que no le haya dedicado una publicación o al menos unas páginas a la que durante varios siglos fue la fiesta mayor de la ciudad, mucho más importante que las demás festividades locales de los Santos Niños, la Virgen del Val o las ferias de San Bartolomé.
Según Arsenio Lope Huerta y Vicente Sánchez Moltó la verdadera historia de las Santas Formas la contó un anónimo jesuita alcalaíno y está contenida en las páginas de un librito impreso en Alcalá en 1753 por la impresora de la Universidad, Doña María García Briones.
En él se dice que reinaba Felipe II en mayo de 1597 cuando al antiguo templo de los Jesuitas llegó un pecador arrepentido que relató al padre Juan Juárez, bajo secreto de confesión, que junto a unos moriscos había profanado varias iglesias y robado unos copones repletos de Hostias, de las cuales tenía 26 procedentes de tres templos distintos. Que se arrepentía de aquellos actos y que tras impedir su destrucción las devolvía. Las entregó envueltas en un papel basto y los jesuitas se hicieron cargo de ellas sin saber muy bien qué hacer. Por prudencia no las consumieron ya que así se había producido, en Murcia y Segovia, el envenenamiento de algunos sacerdotes. Por estar consagradas tampoco se atrevieron a destruirlas. Así que optaron por conservarlas en un cofre de plata, que guardaron junto a otras reliquias en el altar mayor, esperando que el tiempo las corrompiera y justificara su destrucción. Pero el tiempo pasaba y no se corrompían.
Así que en 1608, once años después, las colocaron en un lugar más húmedo junto a otras recién elaboradas. Un año después estas últimas estaban descompuestas mientras que las que el morisco entregó continuaban incorruptas.
Hasta 1615 no se hizo público lo que parecía milagroso y para evitar desconfianza fueron sometidas a estudio por parte de hombres de ciencia. Entre ellos el médico real y catedrático de la universidad Pedro García Carrero, que realizó en público un detenido examen de las Formas y dio fe de que no había razón científica que justificara su permanente estado incorrupto.
Así, el 16 de junio de 1619 el vicario general de Alcalá, doctor don Cristóbal Cámara y Murga, declaró «ser estas Formas reliquias sagradas y su conservación sobrenatural y milagrosa y que debían situarse en parte decente donde las reverenciasen los fieles.
Por lo que encargaba a los superiores del colegio (de la Compañía de Jesús) que realizasen las gestiones oportunas para que fuesen contempladas y adoradas». Convirtiéndose en el objeto de devoción popular favorito de los alcalaínos.
Su fiesta se fijó el V domingo después de Resurrección que suele caer mediado el mes de mayo, con indulgencia plenaria para los que participasen en ella. En ese día festivo se celebraba una misa por la mañana, y por la tarde una procesión por el interior del templo.
Hasta su traslado a la Magistral salieron en procesión contadas ocasiones. La primera vez fue el 25 de abril de 1620 cuando fueron trasladadas desde la antigua iglesia de los Jesuitas entonces el colegio estaba en el Corral de Mataperros, al recién construido templo barroco de la calle Libreros que hoy conocemos.
Allí se adecuó la capilla del lado del evangelio para albergar las Santas Formas. En aquella ocasión tan festiva encabezaron la procesión la familia real al completo, acompañados por el Cabildo Magistral, Claustro Universitario y Concejo con maceros, cruces y pendones de las comunidades religiosas y cofradías y público en general, que recorrieron solemnemente unas calles previamente engalanadas con tapices y colgaduras.
La capilla se inauguró definitivamente en 1687. De planta en forma de cruz griega y coronada con una airosa cúpula decorada con frescos realizados por Juan Vicente de Ribera (1668-1736) quien firmó: «Pintó esta obra Juan / Bicente de Ribera / año 1689», con ayuda de Juan Cano de Arévalo (1655-1696). Por este motivo salieron en procesión por las calles por segunda vez.
Volviendo a la Santas formas, en 1622 el cardenal arzobispo de Toledo e infante don Fernando de Austria, hijo de Felipe III, confirmó oficialmente el milagro y el cardenal Agustín de Spínola regaló a la Compañía una custodia para guardar las Formas que estaban en una caja de plata, concha y nácar.
La custodia hecha de plata maciza sobredorada, era «de antigua arquitectura», similar al tabernáculo del retablo mayor de la iglesia de los Jesuitas, consistente en una cúpula semiesférica rematada con una cruz y sostenida por cuatro pares de columnas, que acogía otra custodia ochavada más pequeña con tres ventanas por lado donde se colocaron las 24 formas que aún se conservaban protegidas con cristales de roca sellados con soldadura de plata para evitar sustituciones.
Todo el conjunto se sustentaba sobre una columna que terminaba en una base cuadrada y culminaba con una cruz para la cual, según algunos investigadores, donó un anillo José Bonaparte en su visita a Alcalá en 1810.
El fervor popular creció hasta el extremo de atribuírseles numerosos milagros y ser invocadas y veneradas ante la sequía de 1622 y la riada de 1626. Este último acontecimiento originó el juramento solemne de la corporación municipal de hacer voto perpetuo de asistencia a la misa y procesión cada año.
Su fama alcanzó incluso al repertorio sacramental del Siglo de Oro y el dramaturgo y discípulo favorito de Lope de Vega, Juan Pérez de Montalbán (1602-1638), autor de «Los amantes de Teruel», escribió «Auto Sacramental Famoso de las Santísimas Formas de Alcalá».
Aunque los Jesuitas fueron expulsados de España en 1767, las Santas formas permanecieron en su iglesia hasta que Carlos III concedió en 1777 su traslado y los objetos de su culto a la Catedral Magistral.
Se colocaron en una carroza que se incorporó a una comitiva compuesta por cofradías religiosas, instituciones y vecinos que portaban las imágenes de los Santos Niños, siendo ésta la tercera vez que salía en procesión.
Estuvieron en el altar mayor de la catedral más de siglo y medio y allí fueron veneradas tan multitudinariamente que hubo que regular la asistencia. Además de Felipe III las visitaron Carlos II, Carlos III 1759, José Bonaparte 1810, Fernando VII 1816, Alfonso XII y la reina María Cristina en 1880.
Se estableció entonces una procesión anual que recorría las plazas de los Santos Niños, de Abajo y Cervantes, y las calles Escritorios, Santa Úrsula y Mayor. Como ya se ha dicho, fue en esta época cuando se convirtió en la fiesta mayor de la ciudad, a la que asistían prelados diocesanos, autoridades municipales civiles y militares e instituciones religiosas que aportaban vistosidad a una comitiva acompañada por multitud de alcalaínos y visitantes.
José García Saldaña relató en 1962 que por aquellas fechas todos los alcalaínos que vivían fuera de la ciudad volvían para esta celebración mostrando sus mejores galas y compitiendo entre ellos por adornar sus balcones para la ocasión.
Tras celebrarse en 1897 el III centenario de las Santas Formas se cerró al culto en la Magistral para su restauración, que duró desde 1902 hasta 1931, años en que estuvieron custodiadas en su iglesia original, la de Jesuitas, convertida en sede temporal de la Magistral, a donde regresaron acabadas las obras en 1931.
Como el gobierno de la República prohibió las procesiones públicas, en 1932 y 1933 se realizó en el claustro de la catedral, y a pesar de la tensión social, las Santas Formas salieron en procesión en 1934 y 1935.
Tras ganar las elecciones el Frente Popular, volvió a celebrarse en el claustro, dos meses antes de declararse la guerra en el verano de 1936.
Como tantos templos alcalaínos la Magistral también fue saqueada e incendiada en julio de 1936, y junto a otros tesoros también desapareció la custodia con las Santas Formas.
Terminada la guerra se contaba la historia de que tres previsores sacerdotes don Pedro García Izcaray, don Eduardo Ardiaca y don Pablo Herrero Zamorano habían ocultado la custodia antes de que la Magistral fuera saqueada, aunque ellos también murieron llevándose el secreto a la tumba.
Todavía hoy se ignora si las Santas Formas se perdieron en el saqueo o siguen escondidas. El erudito Anselmo Reymundo apuntó en su conocida obra sobre Alcalá publicada en 1951, que la custodia había sido escondida en la nueva cripta donde se conservaban los restos del cardenal Cisneros, pero fue saqueada y apareció vacía.
Según la investigadora Evangelina Muñoz, Don José Utrera, Canónigo de Madrid, secretario de Cámara del obispado y antiguo arcipreste complutense, dijo haber oído en Segovia, que se habían roto los cristales de la custodia y que las formas se habían destruido.
Según refiere Arsenio Lope Huerta, un conocido, médico y viejo vecino de Alcalá, le contó que fueron sepultadas en la finca de El Encin, en un lugar donde después se había construido una vivienda, e incluso que estaban en la casa parroquial de Meco.
Cita José Carlos Canalda a otro estudioso, José María San Luciano, quien sospecha que la custodia pudiera haber sido fundida y las Santas Formas destruidas. Y esta es la situación hasta hoy.
Desaparecidas las Santas Formas la procesión no tenía mucho sentido. Aunque en 1956 se había encargado una réplica de la custodia original por iniciativa de la Adoración Nocturna, y sufragada por suscripción popular, el cabildo de la Magistral intentó suprimir la procesión en 1957, pero las protestas de parte de la sociedad complutense lo impidió y continuó celebrándose por las calles hasta 1963, y durante dos años más en el claustro de la catedral hasta su supresión definitiva.
En 1998-1999, con motivo de la nueva restauración de la Magistral y la creación del Museo catedralicio de nuevo se buscaron con un detector de metales por todas las partes, sin resultado alguno.
Como por estas fechas le fue concedido a Alcalá el título de Ciudad Patrimonio se aprovechó para colocarla bajo la protección de las Santas Formas y se realizó una procesión.
Debido al mal estado durante dieciséis años la capilla de las Santas formas estuvo cerrada y olvidada hasta 2011 cuando fue restaurada recuperándose la joya artística del barroco madrileño que es y que muchos alcalaínos desconocían.
Con trazas atribuidas al jesuita Francisco Bautista (1594-1679), el cual proyectó su gran cúpula elevada sobre pechinas y un tambor, decorados con frescos en varias fases -como ya se ha explicado- que conforman una exaltación iconográfica del milagro de las Santas Formas.
Con ello se recuperó un espacio religioso en el que se instaló la Adoración Nocturna en 2012, motivo que justificó la celebración de una solemne procesión de la custodia con veinticuatro Hostias consagradas –en recuerdo de las originales– que partió de la Catedral-Magistral rumbo a la parroquia de Santa María la Mayor donde se colocó en un retablo más moderno alusivo a las veinticuatro Formas, quedando entronizadas y expuestas para la adoración permanente.
En años sucesivos se ha repetido la procesión con este mismo recorrido en lo que se considera la recuperación de esta tradicional celebración.
En la actualidad se mantiene la capilla abierta gran parte del día y el acceso se realiza a través del callejón de las Santas Formas.
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