PEQUEÑAS HISTORIAS QUE GUARDA EL REFRANERO COMPLUTENSE
PARTE I
Para algunos el refrán es la forma elemental de la literatura, aunque no por popular ha sido ignorada por los grandes clásicos de las letras españolas, que como Quevedo o Juan Ruiz (Arcipreste de Hita) los citan en sus obras, siendo Cervantes el que más. En El Quijote los hay en abundancia y con gran diversidad de temas, orígenes y formas.
Con ellos el escritor reivindicó su valor como transmisores de la erudición popular, que nace de la experiencia, como deja claro en el capítulo XXI de la I parte: «Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todas son sentencias sacadas de la mesma experiencia, mare de las ciencias todas».
Hay refranes que ensalzan lo mejor de una población rural o urbana, o describen la experiencia de algún visitante. También los hay ofensivos, casi siempre debido a envidias y rivalidades con municipios colindantes. Otros aluden a hechos cotidianos de la vida, el trabajo o las costumbres, y en el caso de Alcalá, desde el siglo de Oro en adelante cuando surgieron la mayoría de los dichos relacionados con la vida universitaria.
Un universo local en el que la condición humana produjo tipos marginales que convivían en y gracias al ambiente estudiantil, como las prostitutas. De ahí que bastantes de ellos dejen a la ciudad en muy mal lugar.
Algunos de los que citaré a continuación proceden de la tradición oral, y otros han sido recopilados por importantes historiadores como Rodríguez Marín (1855-1943). Todos aparecen recogidos en una publicación de 1982 titulada «Leyendas y Refranes Complutenses», escrito a cuatro manos por dos entusiastas divulgadores de lo alcalaíno, Arsenio E. Lope Huerta y M. Vicente Sánchez Moltó, y prologado por otro que no lo fue menos, José García Saldaña, a los que he añadido alguno publicado por José Carlos Canalda.
Todos ellos complutenses con una amplia trayectoria de publicaciones sobre la historia de Alcalá. Los menos proceden de internet donde encuentras bastantes, pero sucede con los refranes como los alcalaínos, que hay muchos porque gentilicio lo compartimos con otras trece poblaciones españolas, aunque complutenses sólo son los naturales de Alcalá de Henares. Así que los refranes que circulan por internet que se citan como alcalaínos, no todos son complutenses, sino que se refieren a otras ciudades. Y otros que pasan por ser refranes resulta que son partes de coplillas. En este compendio he prescindido de todos ellos y he dejado los dichos que cumplen con las dos categorías: ser refranes y complutenses. No es un listado exhaustivo, pero son todos los que he encontrado.
Creo que la historia y la cultura que encierran los refranes, y que no aparece en los grandes tomos, es un legado cultural que debe reconocerse, rescatarse y divulgarse para conocimiento de las futuras generaciones.
Entre los refranes que mencionan a Alcalá quiero destacar los que se refieren al buque insignia de nuestro patrimonio artístico, me refiero al Colegio Mayor de San Ildefonso, epicentro de la ciudad universitaria ideada por el cardenal Cisneros (1499) para elevar el bajo nivel cultural del clero español, y donde la agitada vida estudiantil, prolongada durante siglos, dio lugar a bastantes dichos que han resistido al paso del tiempo. Y es con este colegio con el que quiero comenzar este compendio.
Fue la institución que acogió a estudiantes excepcionales que después se convertirían en grandes pensadores, llegando a ser reconocidas autoridades en sus materias. Como sucedió con los teólogos en los siglos XVI y XVII, especialidad que quedó ensalzada con este refrán:
«En Valencia, medicina; en Salamanca eruditos; Teólogos en Alcalá y en Valladolid, jurisperitos»
Otra variante que destaca el carácter estudiantil de nuestra población de entonces, comparándola con la de otras poblaciones limítrofes, dice:
«En Alcalá, estudiantes, beatas en Meco, y en Torrejón, borrachos no pueden faltar»
Continuando con la tradición universitaria, también el inicio de curso, el 18 de octubre, día de San Lucas, suscitó refranes que recuerdan que por esa fecha regresaban los estudiantes a las aulas y con ellos legiones de mujeres de «vida disoluta», que por dinero les consolaban de sus largos destierros de diez meses de duración alejados de sus casas.
La población estudiantil, en su mejor momento, alcanzó hasta 10.000 estudiantes, superando con creces la de los vecinos, alrededor de los 2.000, y, por supuesto, la de las prostitutas que no debió de ser poca si nos atenemos a las que llegaban con los estudiantes cada inicio de curso más las de las dos mancebías que hubo en la ciudad. Están muy justificados los dichos:
«Por San Lucas, a Alcalá las putas» o «¡A Alcalá, putas, que llega San Lucas!» o «Por San Lucas, en Salamanca y Alcalá, feria de putas».
En este último, se comparte honores con Salamanca porque era éste un fenómeno típico en ciudades universitarias con elevada población estudiantil. Otros abundan en el tema de la superpoblación de meretrices o se comparan con las poblaciones limítrofes:
«En Alcalá de Henares, dicen las putas: que no ganamos un cuarto, que somos muchas»
«En Alcalá de Henares, putas a pares; en Villalbilla, en cuadrilla, en Torrejón, todas lo son»
De nuevo vemos que la vecina Torrejón de Ardoz se lleva lo peor del dicho, aunque no es este un fenómeno exclusivo de aquí, sino que se da en todas las comarcas y provincias.
Hay otro grupo de refranes que también mencionan la prostitución como grupo poblacional junto a otros como el clero y el militar Son como un concentrado estudio demográfico de aquellos siglos.
«En Alcalá curas, frailes y putas»
Se explica por los numerosos conventos, ermitas, iglesias y colegios religiosos que fueron fundados por las diferentes órdenes en los siglos XVI-XVII-XVIII. Al cerrarse la Universidad y aplicarse las leyes de exclaustración en el s. XIX, quedaron vacíos los edificios colegiales y conventos masculinos. Numerosos y enormes edificios que fueron perfectos para transformar en cuarteles.
Así, del refrán anterior se cayeron los frailes y su espacio fue ocupado por la población sustituta del clero masculino, a los que se unieron las órdenes religiosas femeninas, cuyos conventos no habían sido expropiados, dando lugar a versiones actualizadas:
«Alcalá de Henares, curas, monjas y militares» y «Alcalá de Henares: monjas, putas y militares».
La milicia llegó a ser tan numerosa como en su día lo fueron el clero y los estudiantes, dejando uno muy descriptivo:
«Alcalá de Henares, no se que tiene dentro. Entre curas, putas y militares, un regimiento»
La agitada vida estudiantil de aquellos siglos de Edad Moderna también alcanzó a las mujeres casadas, ocasionando pleitos y duelos con los naturales de la villa, sobre todo, porque no todas los rechazaban. A esta circunstancia se refiere el refrán:
«En Alcalá canta el cuco y cantará»
El cuco es un ave que se apropia del nido ajeno, y en este dicho se le compara con el estudiante, que insistirá en sus lances amorosos con mujeres casadas (canta y cantará) ya que, a veces, encuentra recompensa.
Otra variación más directa y jocosa dice:
«El cuco cría en nido ajeno y, además, canta cu-cu, cu-cu, cu-cu, cu…ernos»
El hecho de poseer un cuerpo legal propio, hizo que la Universidad disfrutara de independencia y autonomía respecto a la Iglesia y al Concejo, lo que dio lugar a que cada vez que los estudiantes se metían en problemas con los vecinos, huyeran de la justicia concejil y pidieran amparo en el recinto universitario, delimitado por las columnas y las cadenas de su entrada, símbolo de dicha autonomía y señal de que se accedía a un espacio que tenía una jurisdicción propia.
Eran tan celosos de esa jurisdicción que ni siquiera podían pasear por la lonja de las cadenas los religiosos del vecino colegio de San Pedro y San Pablo, solo lo podían hacer los súbditos del Colegio Mayor.
Con el tiempo el fuero académico se extendió a los familiares más cercanos o que dependían de los que gozaban de inmunidad, así que cada vez era mayor el número de personas que escapaban a la justicia municipal o real.
Además, era una jurisdicción de ámbito personal, que acompañaba al aforado allá donde fuere, así que los litigios eran constantes, y marcaban la vida universitaria asuntos como el juego, las novatadas, las comilonas, los altercados, el uso de armas o la relación con las mujeres, como ya se ha visto en los dichos anteriores, asuntos que muchas veces rozaban el delito y de cuyos procesos hay constancia documental.
Así se comprende que el elevado grado de independencia jurisdiccional de la Universidad de Alcalá diera lugar a la sensación de impunidad de que gozaba todo aquel que estuviera al amparo del las leyes que regían la institución. Y que se hiciera popular el dicho:
«¡A Alcalá, que no hay justicia!»
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