No hay final de feria que se precie sin pólvora, pero este año la lluvia nos ha aguado bastante las fiestas y el final ha sido de traca por todo lo contrario ya que se han pospuesto los fuegos artificiales con que tradicionalmente finalizan, para los días del 15 al 18 de septiembre con motivo de las fiestas de la Virgen del Val, patrona de Alcalá.
Desde que se introdujeron en la celebración de las ferias los espectáculos pirotécnicos, antes de la década de los años 40, nunca han faltado, y ha sido tanta la afición de los alcalaínos por la pólvora y las fallas que a mediados del siglo pasado un valenciano podría haberse sentido como en casa viviendo nuestras ferias de agosto.
Excepto por la diferencia de fechas -la celebración valenciana tiene lugar en marzo, por san José, y la alcalaína en agosto, por san Bartolomé- en materia de fuegos artificiales no faltaba de nada: despertá, mascletá, castillos, petardos, fallas, cremá, y en fechas recientes hasta plantá e indulto de ninots como manda la tradición fallera.
Según el divulgador alcalaíno Vicente Fernández, ya en la década de los años 40 en los Programas de Festejos se informaba detalladamente de los espectáculos pirotécnicos que iban a tener lugar durante las ferias como una atracción más.
Hasta 1961 se quemaban, sobre todo, castillos sobre postes clavados en el suelo. Algunos años hubo espectáculos nocturnos dos, tres e incluso cuatro noches. Las ferias duraban entonces cuatro días.
En el libro «Estampas de la feria. Tradición y modernidad de una feria castellana», editado por el Ayuntamiento en 1993 con motivo de una exposición sobre el tema, se narra que fue en 1962 cuando se inició la costumbre pirotécnica de quemar pólvora en la madrugada del primer día de ferias para anunciar su comienzo. Esos fueron los años dorados de la nueva atracción que se llamaba «La Despertá»y duró hasta 1979.
Según el divulgador durante estos años se quemaron castillos en la plaza de Cervantes todos los días, excepto el último cuya quema desde 1953 tenía lugar en las Eras de San Isidro que ya se veía libre del mercado de ganado que había ido a menos hasta su desaparición años después. Desde 1965 hasta el final de la década se amplió «La Despertá» con sucesivas tracas matinales cada día en un distrito diferente.
También durante varios años se hicieron los «toros de fuego» que comenzaron en 1963 por las calles de Santiago y Nebrija; después se trasladaron a la plaza de Cervantes, y a la plaza de toros hasta el año 2000 en que dejaron de hacerse.
Los festejos pirotécnicos comenzaron a perder importancia en los años 80 hasta quedar reducidos al espectáculo nocturno de final de ferias que vemos en la actualidad.
Nos recuerda Vicente Fernández uno de los episodios más angustiosos que han ocasionado los fuegos artificiales. El 27 de agosto de 1974 una chispa prendió en el chapitel de la torre de Santa María y la incapacidad de los bomberos para apagar el incendio provocó que el espectáculo de ver arder la torre hasta que el fuego se extinguió por sí solo fuera más espectacular que los propios fuegos.
En 1982 se reconstruyó la torre con la veleta y la bola que se hallaban entre las ruinas y que se habían dado por perdidas. Ahora coronan la torre que se ha convertido en el mirador desde el que contemplar una de las vistas más extraordinarias que ofrece Alcalá.
LAS FALLAS COMPLUTENSES
De 1962 a 1979 hubo fallas y mascletás en Alcalá por Ferias. Y ya en el siglo actual, años 2017, 2018 y 2019, se quemaron tres fallas monumentales coincidiendo con el mes del libro.
En 1962 comenzó otra tradición muy valenciana, la de quemar fallas. Ese año el artesano Miguel Ruiz Flores realizó tres fallas compuestas de dos elementos: un cubo de más de 2 metros de lado y el motivo elegido que se colocaba sobre el cubo.
Cada día de feria se quemaba una. La primera situada en la confluencia de las calles Teniente Ruiz y Ronda Ancha se titulaba «Fútbol»; la segunda, de tema taurino, situada en la confluencia de las calles Torrelaguna, Cánovas del Castillo y Talamanca, actual plazoleta de la Constitución; y la tercera en la calle Empecinado, junto a su monumento.
Gustó tanto que al año siguiente se perfeccionó la iniciativa y se hicieron cuatro fallas, una para cada día de feria. Incluyendo inauguración oficial con música. Ése año fue la tuna estudiantil la que acompañó el acto, es decir, «la plantá». Se instalaron en las calles Teniente Ruiz; confluencia de Torrelaguna y Cánovas del Castillo; Puerta del Vado y calle Sandoval.
Lo mismo ocurrió al año siguiente, 1964, pero esta vez quienes las costeaban daban nombre a la falla. Así se realizaron cuatro fallas que fueron inauguradas con banda de música y que se situaron en la calle Portilla «Todó Raboso»; en la Puerta de Santa Ana «Martín Cabezudo»; en la Plaza Luis de Antezana «García Arévalo» ; y en el Campo del Ángel «Pérez Torrijos».
Después de tres años no se realizaron fallas hasta los años 80, aunque en 1966 sí hubo mascletá a medio día con un espectáculo de pólvora con humo de colores que se realizó durante muchos años. Las dos fallas que se quemaron 1986 y 1987 como fin de fiesta, estaban en la Avda. de Guadalajara y en Nueva Alcalá, y fueron realizadas en Valencia.
La primera falla del nuevo milenio se levantó en 2017 en la Plaza de los Santos Niños se llamó «Cervantes 1547-1617». El Ayuntamiento quiso fundir en ella dos acontecimientos, el IV Centenario del fallecimiento de Cervantes ocurrido en 1547, y el nombramiento de las fallas valencianas como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad en 2017. La obra representaba personajes, libros y escenas de de la obra cervantina con alusiones satíricas al uso.
La segunda, en 2018, se levantó en la Plaza de la Paloma para celebrar los 20 años de la declaración de nuestra ciudad como Patrimonio de la Humanidad. Dedicada a la universidad alcalaína, epicentro de aquella declaración de 1998, la falla mostraba a su fundador, el cardenal Cisneros, y como invitado a Cervantes entre otras figuras caricaturizadas.
La tercera, y última falla hasta hoy, se instaló de nuevo en la plaza de la Paloma en 2019 y se llamaba «Lee». Se trataba de un homenaje a la lectura que el Ayuntamiento programó para rematar el mes de las letras en que la poeta uruguaya Ida Vitale, había recibido el Premio Cervantes 2018 de manos de los Reyes de España.
La falla aglutinaba varios temas reivindicando la igualdad de la mujer y aspectos como la escritura y la lectura, los libros en definitiva, que aparecían en diferentes formatos, épocas y autores, alrededor de una figura femenina que representaba a autoras, lectoras, editoras y libreras, mujeres implicadas en el proceso de producir un libro. Y en su entorno, figuras lectoras infantiles, juveniles y también de escritoras reales como la alcalaína Olalla García, la única figura reconocible, que entonces había publicado El taller de libros prohibidos, una novela histórica basada en las vicisitudes de una mujer impresora en la Alcalá del s. XVI.
Las tres fallas fueron construidas por artistas falleros en los talleres valencianos del estudio plástico multidisciplinar «Chuky» dirigidos por Raúl Martínez.
@complumiradas
2 Comentarios
Gracias por tu opinión!
Yo recuerdo que todas las noches ponian polvora al otro lado de la vía, cuando las ferias eran en el Odonel.
Y mascletas y tracas tras el pregón.
Luwgo dirán que no es tradición. Si se lo cargaron