RINCONES CON ENCANTO Y JARDINES OCULTOS DE ALCALÁ DE HENARES PARTE II
Repasando algunos rincones con encanto que se encuentran dentro del casco histórico de Alcalá de Henares se encuentran, junto a los jardines enumerados en la anterior publicación, plazas, patios e interior de recintos que también pueden considerarse como lugares a incluir en esta categoría a pesar de su acceso limitado.
Es el caso del Jardín tallado del Parador de Alcalá, situado en lo que fue la calle de Roma, hoy de los Colegios, y cuya superficie ocupaba el Colegio de Mercedarios Calzados de Nuestra Señora de la Concepción (1518), y separado del vecino Colegio de San Basilio por el callejón del Pozo.
Éste sería uno de los tres conjuntos sobre cuyos cimientos, con más de cuatrocientos años de historia, se erigió el Parador. Los otros dos ocupaban las parcelas adyacentes según planos del s. XVI. La del Colegio-Convento de la Orden Militar de Santiago (1528), posteriormente Colegio Menor de Santiago o de los Manriques fundado por García Manrique de Luna, capellán de honor de Carlos V y Felipe II, que se corresponde aproximadamente con la entrada y vestíbulo del Parador. Y la última, la que perteneció al Colegio de Dominicos de Santo Tomás de Aquino (1605) formado por una iglesia, un claustro, antigua huerta y jardín donde hoy está la cafetería, el restaurante, la biblioteca, el spa, el claustro antiguo y la escalera de acceso a las habitaciones originales.
El jardín, de 3.000 m, recuerda al estilo japonés con césped, cañas de bambú, piedras y cortezas de árboles como ornamentación predominante. La superficie está dividida en un damero de patios subterráneos donde se encuentran un centenar de habitaciones de nueva construcción, que quedan escondidas entre la vegetación del jardín, y éste a su vez oculto tras las tapias interminables de la calle Colegios que antaño circundaban los citados colegios. Esta disposición, obra de Aranguren y Gallegos, consiguió el objetivo primordial del proyecto que fue conservar los elementos antiguos del conjunto, como la iglesia, el claustro o el espacio ajardinado de las huertas, y hacer invisibles los modernos añadidos.
Sin abandonar los dominios del Parador, cruzando la calle se llega al callejón de San Pedro y San Pablo donde se encuentra la entrada al llamado Patio de Caballos de la Hostería del Estudiante. La célebre Hostería es uno de los restaurantes más antiguos de España. Fue inaugurada por Alfonso XIII en 1930, dos años después de fundarse la red de Paradores, sobre el cisneriano Colegio Menor de San Jerónimo o Trilingüe (por lo que comparte su admirado patio renacentista con el Paraninfo de la Universidad de Alcalá).
En su interior todo el conjunto muestra una estética costumbrista que te transporta a tiempos de Cervantes, con enormes vigas de madera, muros de piedra y una gran chimenea decorada con cobres de época. Su distribución se corresponde con la de las antiguas hospederías, un gran salón en la planta baja, un salón especial en la planta superior y otra sala, más recoleta, situada en este patio.
Fue lugar de encuentro de intelectuales y en los años treinta Federico García Lorca o Gregorio Marañón disfrutaron de su ambientación. En la actualidad cada 23 de abril, principal festividad cervantina, pone la nota gastronómica a la entrega de los Premios Cervantes que se celebra en el vecino Paraninfo con la presencia de los Reyes de España.
Aunque el acceso al Patio de Caballos tampoco sea público el paseo no será en balde ya que no hay restricción alguna que impida disfrutar del trazado quebrado del callejón donde está, y que comunica la calle Colegios con la plaza de San Diego, centros neurálgicos ambos de la ciudad universitaria cisneriana, y también sede de los antiguos cuarteles de caballería del Príncipe de Asturias y de Lepanto levantados en el s. XIX. Gracias a dicho trazado, a los edificios que lo circundan y al empedrado de su pavimento, pervive el aire de otra época que aún puede saborearse a lo largo de su recorrido.
Otro jardín desconocido, y también de acceso restringido, se encuentra en el patio trasero de la Ermita del Cristo Universitario de los Doctrinos, un ejemplo de sobriedad típica de la arquitectura popular barroca castellana reconstruida en 1702, manteniendo la misma sencillez, sobre la original del s. XIII que por la humildad de su fábrica presenta un contraste singular con los magníficos edificios colegiales de los s. XVI y el XVII que jalonan la calle de los Colegios donde se encuentra.
Sus muros de carga construidos en cajetones de ladrillo rellenos de mampuesto cobijan un sencillo templo de una sola nave con bóveda de cañón a la que se accede por una puertecita desde un estrecho zaguán, teniendo por toda decoración en su fachada dos ventanas, un reloj de sol y una pequeña campana encastrada.
Se conoce al mencionado patio como «el corral de Mataperros» porque se dice que era el lugar de enterramiento de todos los que fallecían fuera del seno de la Iglesia. Hay que remontarse a 1581 cuando Juan López de Úbeda, sacerdote y docente, fundó un seminario para niños huérfanos de la Doctrina Cristiana, y cuyas clases se impartían en dicho corral. En él se aleccionaba a los «doctrinos» -como se llamaba a estos niños- en presencia de un Cristo crucificado que comenzó a llamarse el Cristo de los Doctrinos.
Según la tradición en 1661 durante unos trabajos en la muralla colindante se encontró una imagen del Cristo de la Misericordia enterrada (que aún se conserva en la sacristía), lo que propició que la corporación municipal permitiera la instalación en esta ermita de la recién creada cofradía del Cristo de la Misericordia, integrada por un grupo de vecinos declarados «debotos del santo Christo de los Niños de la Doctrina», cuyo fin era mantener el culto y la devoción a esta imagen.
En la actualidad la ermita es la sede de una de las cofradías más antiguas de la ciudad, la del Santísimo Cristo Universitario de los Doctrinos, que siempre contó con bastantes cofrades universitarios, ya que la ermita ha acogido tradicionalmente a gran cantidad de estudiantes procedentes de los numerosos colegios vecinos, que rezaban antes de sus exámenes, y que se negaron a que la imagen fuera trasladada a otro templo. Es por eso que con el tiempo llegó a incluirse el adjetivo «universitario» para denominar a la ermita o al Cristo de los Doctrinos, quedándose como parte de su denominación oficial.
Se conservan en el patio varios elementos de interés, una escultura de doña Catalina de Gamboa y Mendoza procedente del Colegio-convento del Santo Ángel, «Gilitos». Un monumento a san Diego de Alcalá, donado en 1964 por el alcalde de la ciudad californiana homónima, James S. Cosiey. Un Cristo crucificado de piedra del siglo XVI procedente del monasterio cisterciense de Bonaval (Guadalajara). Cuatro quimeras de Pietro Nicoli procedentes de la restauración realizada en el Palacio Arzobispal en 1879. Y por último, una placa que recuerda que allí estuvo el primer emplazamiento del colegio de los jesuitas en 1546, aunque sólo permanecería aquí un año, ya que al siguiente fue trasladado a la calle Libreros. La tradición afirma que en este lugar enseñaron doctrina san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola y san José de Calasanz, durante su paso por las aulas universitarias de Alcalá. En cuanto a la composición del jardín, lo adornan multitud de especies florales y arbustivas, destacando una palmera canaria (Phoenix canariensis) y algunos cipreses (Cupressus sempervirens) visibles desde el exterior.
*Fuente Blog Caminantes Hijos y Amigos de Alcalá
Sin alejarnos de la ermita encontramos otro rincón fuera del tiempo, éste sí a la vista de todos. Es la recoleta Plaza de los Doctrinos que se forma entre los muros traseros de la propia ermita, parte de la vivienda de doña Beatriz Dietrichstein y Cardona (1571-1631), Marquesa de Mondéjar y segunda patrona responsable de la fundación y construcción del vecino monasterio de carmelitas descalzas de Santa María del Corpus Christi, y de la iglesia de éste, obra del arquitecto fray Alberto de la Madre de Dios, de sobrio estilo barroco, decorada con una portada de piedra y dos grandes escudos, el del Carmelo y el de la familia Dietrischstein, que destacan sobre el redundante ladrillo rojo tan común de los edificios complutenses. Son los admirados balcones de madera y ornamentos florales de la citada casa de la fundadora un elemento indispensable en la obtención de este escenario tan cautivador.
Todas las edificaciones que forman la plaza pertenecen a un conjunto que se levantó fuera de la Puerta de Aguadores, de ahí el sobrenombre del convento, de «las Monjas de afuera». Completa el espacio una escultura del fundador de la Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola (1491-1556), en mitad de la plaza, obra de José Luis Vicent, erigida en 1957 sobre un pedestal-fuente en cuyas caras se lee la inscripción: «A San Ignacio / Los Ejercitantes / de Madrid / Alcalá, 1957», que reemplazó entonces a la Cruz de San Sebastián, que según el investigador José Carlos Canalda, «jalonara el camino de la antigua ermita de San Sebastián», situada donde hoy está la glorieta de Manuel Azaña.
La elección de este enclave se debió a su cercanía con el corral de Mataperros donde el santo explicaba doctrina a sus seguidores. A esta entrañable placita la abrigan tres árboles de buen tamaño, dos pinos carrascos (Pinus halepensis), la conífera ornamental más abundante en Alcalá y un cedro del Himalaya (Cedrus deodara), y bajo éstos -los pinos sobrepasan los 20 metros de altura- hay diferentes especies arbustivas como setos de laurel cerezo, acebos, etc. Completan el espacio algunas farolas y bancos de piedra. Cada uno de los elementos que la integran contribuyen a la consecución de uno de los rincones más apacibles y queridos por los complutenses.
Partiendo de la torre más cercana a la Puerta de Madrid, rehecha en los s. XIX y XX, se inicia el lienzo que separa el recinto arzobispal de la ciudad complutense y que conserva cuatro torres, tres de ellas con una estancia abajo. El espacio interior abierto que queda en el área oeste de dicho recinto amurallado es conocido como Huerta del Obispo, y es otro lugar que también posee unos rincones merecedores de atención. Se quedó con el nombre de su último uso conocido como huerta según acreditan los surcos del arado y los restos de sistemas de regadío que se han encontrado en ella.
En espera de que las ruinas del palacio sean recuperadas definitivamente como Casa de los Arqueólogos, este espacio tiene una serie de construcciones curiosas, como un aljibe rectangular excavado al este, y una edificación de planta rectangular de dos pisos más sótano adosada a la esquina suroeste de la muralla que a principios de los 90 fueron sede de la vicaría Madrid-Alcalá, después dependencias del obispado complutense en sus primeros cinco años de vida, y finalmente destinada a residencia sacerdotal. Posiblemente se correspondería con un cuerpo de guardia, localizado estratégicamente entre el cierre de las murallas del Palacio y la puerta de entrada a la ciudad desde la capital, donde actualmente está la Puerta de Madrid.
Tradicionalmente los estudios sitúan en esta área el albacar medieval de la fortaleza original o zona libre (libre de construcciones) donde, retrocediendo en el tiempo, algunos autores defienden que hubo unas termas o «casa de placer» romana cuya existencia no se ha documentado, aunque sí se constata la existencia de un establecimiento romano de tipología indeterminada. Con la transformación de la fortaleza medieval en palacio renacentista quedó como huerta y zona de recreo de los arzobispos.
La Huerta del Obispo pertenece al Ayuntamiento y se utiliza como escenario para espectáculos multitudinarios al aire libre, ya sea el Don Juan de Alcalá, el Mercado Cervantino, conciertos musicales, proyecciones cinematográficas, etc. Merece un paseo por su interior, aprovechando uno de estos eventos o en caso de que el acceso esté abierto, por las vistas que ofrece del palacio, las ruinas, los torreones del interior del recinto o de la vecina cúpula de las Bernardas.
En primavera, antes de que los escenarios móviles tomen la explanada de cara a las actividades culturales que se programan con el buen tiempo, un manto verde salpicado de flores silvestres lo convierte en un auténtico jardín sobre el que es fácil ver planear o aterrizar alguna cigüeña, procedente de los numerosos nidos que hay sobre las cubiertas ruinosas, buscando material para el nido o alimento, lo que ha hecho de las ruinas un observatorio privilegiado para amantes de las aves y la fotografía.
Dentro del recinto se encuentra el lugar conocido como Pico del Obispo que desde que fueron reconstruidas sus tapias está sirviendo provisionalmente como aparcamiento público gratuito con la ventaja de estar en pleno centro histórico, y es ese carácter de provisionalidad el responsable del mal estado del firme del que tanto se quejan los usuarios del aparcamiento y los vecinos. Sin embargo, cuando queda despejado de vehículos para la realización de los muchos espectáculos que se programan en el recinto las vistas son impresionantes.
Como decía anteriormente, partiendo de la torre más cercana a la Puerta de Madrid se inicia el lienzo que separa el recinto arzobispal de la ciudad que conserva cuatro torres. Pues en el exterior de ese tramo que conduce desde la Plaza Puerta de Madrid hasta la calle Cardenal Sandoval y Rojas, también se puede disfrutar de un agradable paseo paralelo a la muralla por una zona ajardinada con predominio de álamos blancos (populus alba), algunos abetos y sinuosos parterres con arbustos entre bancos y farolas que hacen de este rincón otro lugar con encanto dentro del casco histórico.
Las murallas de Alcalá alcanzaban un perímetro de casi cinco kilómetros. De la superficie total de este recinto, 50.000 m2, se han acondicionado diversos espacios de esa muralla interior que protegía la residencia de los arzobispos de Toledo, donde se exhiben una serie de elementos que explican la historia de más de 800 años de este conjunto desde que fue concebido como una fortaleza medieval, y después transformado en palacio renacentista, hasta que se convirtió en Archivo General de la Administración que fue destruido casi totalmente en un incendio en 1939.
Se puede aprovechar el paseo por esta parte del recinto amurallado para hacer una visita guiada por el itinerario arqueológico del Palacio Arzobispal que incluye la torre XIV, excelentemente bien conservada y que muestra elementos significativos de estas construcciones a través de la cual también se accede al Antiquarium, ubicado bajo unos arcos levantados sobre este lienzo de la muralla y que exhibe restos del Palacio que fueron rescatados de los escombros en que se convirtió la mayor parte del conjunto palaciego tras su incendio y que dan muestra de su importancia arquitectónica y del valor de su pérdida.
A través del adarve de la muralla, el camino de ronda permite acceder al interior superior de los torreones XV y XVI, este último del s. XIV convertido en un mirador o belvedere en el s. XVII que ofrece unas vistas del Palacio tan hermosas como inusuales. En general, desde cualquier punto elevado de este itinerario sobre la muralla las vistas son excepcionales tanto hacia interior con vistas a la Huerta del Obispo como hacia el exterior donde se ve el caserío histórico de Alcalá.
Saliendo de la torre XIV, cruzando la calle y a pocos metros, se encuentra el Centro de Interpretación del Burgo de Santiuste (nombre con el que se conocía a Alcalá entre los s. XII-XIII) que en tres espacios exhibe piezas de la época, reproducciones de textos constitucionales, esculturas del s. XVI, maquetas y reconstrucciones virtuales referentes a la ciudad y su urbanismo medieval, desde el final de la época romana hasta el inicio del Renacimiento, centrándose especialmente en los principales espacios medievales conservados en la ciudad: las murallas, el palacio Arzobispal, la Catedral y la calle Mayor. Ocupa el centro la que fuera una antigua central eléctrica de principios del s. XX de estilo neomudéjar muy interesante.
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