El investigador Ramón Morales Valverde, gran estudioso de etnobotánica, y del que ya he hablado en alguna ocasión por su magnífica obra: «Una flora literaria: el mundo vegetal en la obra de Cervantes», 2016, dice que la palmera datilera (phoenix dactylifera) es la especie más antigua que se conoce en la Península Ibérica.
La misma que se plantó en tiempos de la colonización fenicia en el palmeral de Elche, y que desde entonces se cultiva en el sur y sudeste de España mayormente.
Añade el científico, gran amante de la literatura y estudioso de la obra cervantina, que el escritor alcalaíno hizo tantas alusiones al mundo vegetal en sus obras porque lo conocía bien ya que era un lector empedernido de cualquier ejemplar que estuviera a su alcance, incluido los de botánica.
El investigador ha contabilizado que Cervantes se refirió a este árbol en 88 ocasiones en la totalidad de su obra, aunque solo aparece como palma, y mencionado su fruto en solo dos ocasiones por eso sabemos que se refiere a esta especie: «…y no la compareis a una palma que se mueve cargada de racimos de dátiles» dice en el cap. 21 de la II parte de El Quijote; y escribe en el cap. 70: «…alma de almirez, cuesco de dátil». La emplea el escritor, la mayoría de las veces, por su carga simbólica como sinónimo de victoria, triunfo o éxito en sentido figurado.
Si para Cervantes la palmera era un símbolo de triunfo, para nosotros es, sobre todo, la encarnación del binomio veraneo y playa. Véase si no cualquier folleto o escaparate de una agencia de viajes.
Suelo fijarme en un ejemplar magnífico que se divisa desde la calle Divino Vallés, en su confluencia con la calle Ronda Ancha, y cuya contemplación en estos días tan calurosos podría inducir al delirio a cualquier vecino andante necesitado de vacaciones junto al mar; e imaginar, ayudado por la presencia de unos toldos y unos edificios de poca altura que jalonan la calle, que está en el levante costero, y no en la tórrida Castilla cervantina; y que tras la palmera aparecerá el paraíso marítimo en todo su esplendor.
Sin embargo, la sugestión se esfuma, y aunque la palmera, con sus ramas culpables meciéndose de risa, sigue ahí, el mar nunca estará tras ella.
Divagaciones aparte, la palmera me da pie para contar unas cuantas cosas sobre estas dos calles complutenses, algo alejadas del casco histórico, que por un instante de enajenación mental por las altas temperaturas, este verano se me han antojado calles de Levante.
La de la anhelada palmera es la calle Ronda Ancha, antes calle Labacería, del término «abacería» que eran establecimientos donde se vendían al por menor aceite, vinagre, legumbres y pescado seco, etc.
También se llamó así la cercana calle Teniente Ruiz, antes de pasar a ser calle Ancha. Es probable que esta se llamara Ronda Ancha por su cercanía a aquella. Ambas calles tienen una anchura considerable para lo angostas que son sus aledañas.
La palmera en cuestión está en los jardines de las viviendas de la antigua Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid -después CajaMadrid, luego Bankia y finalmente absorbida por CaixaBank el año pasado- Una de las muchas colonias que se levantaron en Alcalá a mediados del s.XX para alojar a los trabajadores de las numerosas industrias que se establecieron aquí por aquellos años, y que originaron numerosas barriadas apartadas del centro urbano, donde se desarrolló la infancia y vida de muchos de los complutenses de hoy, llegados de todas partes de España buscando una vida mejor.
En este caso se trata de una promoción de viviendas subvencionadas que se levantaron en la manzana formada por la citada Ronda Ancha, la calle Marqués de Alonso Martínez y el paseo de la Alameda que fueron construidas en 1966, y destinadas a sus «imponentes», así se llamaba a los humildes ahorradores que guardaban sus pequeños caudales en cuentas corrientes de esta Caja.
En estos jardines los promotores de las viviendas instalaron dos motivos escultóricos metálicos en consonancia con los gustos de la época; sobre un pedestal de piedra, un niño paseando a su perro; y adosada a la pared lateral de uno de los bloques, la imagen en hierro forjado de Nuestra Señora de las Ánimas y del Monte de Piedad, que aunque no lo parezca existe, y bajo cuya advocación estaba la entidad.
Según el investigador José Carlos Canalda es la única escultura de índole religiosa erigida en Alcalá por iniciativa laica, lo que se atribuye al espíritu nacional-católico de la época.
Aunque desconocida, la imagen de Nuestra Señora de las Ánimas del Monte de Piedad, fue expuesta al culto público por el Padre Piquer (1666-1739), sacerdote y músico español, fundador en 1702 del primer Monte de Piedad en Madrid, que acogió a esta institución, predecesora de la Caja de Ahorros madrileña.
Tiene capilla, tan desconocida como su imagen, situada en el edificio que se levantó de la desaparecida fundación, a principios del s. XX, en la madrileña calle San Martín, y que en principio era de uso privado de la compañía bancaria. En ella se conservan algunos elementos de la primigenia Capilla de la Casa Real de Nuestra Señora del Sacro Monte de Piedad.
Respecto a la antigua calle de la Garrapata, hoy Divino Vallés, calle que, dicho sea de paso, excepcionalmente ha salido ganando con el cambio de nomenclatura, hay que decir que lo más interesante que tiene es precisamente su nombre, pues así se llamó al eminente médico burgalés Francisco Vallés y Lemus (1524-1592), médico de Felipe II que fue solemnemente enterrado en la capilla universitaria de San Ildefonso por expreso deseo suyo y empeño del monarca, al que salvó la vida ganándose justamente dicho apodo, y el nombramiento como «Protomédico general de todos los Reinos y Señoríos de Castilla», además de médico de Cámara.
Su formación y actividad docente transcurrió durante diecisiete años en la Universidad Cisneriana donde se licenció en Artes y Medicina y doctorado, ocupando la Cátedra de Prima de Medicina en 1554.
Fue el creador de la anatomía patológica moderna, del primer examen que debían superar los licenciados en medicina para poder ejercer, y el primero que enseñó dicha ciencia sobre un cadáver.
Se casó con Juana de Vera, tuvo seis hijos y vivió en Alcalá casi veinte años en una casa de la calle de Santiago, convertida en el Sanatorio Vallés en 1963, hoy hospital privado HM Vallés, de la que sólo se conserva la portada del s. XVI.
El Hipócrates español fue, durante dos siglos, maestro y referencia de la medicina europea.
Aparte de un nombre de tanta categoría, también tiene esta calle tan angosta dos excelentes grafitis que alegran la vista de quienes la frecuentan. Realizados por uno de los artistas que según José Carlos Canalda, gran conocedor de su obra, «destaca con luz propia, tanto por la calidad como por la cantidad de sus grafitis».
Se trata de Rubén Bernao Montero pintor muralista alcalaíno activo desde 2007, que tanto y tan bien se prodiga decorando puertas de garajes y paredes por las calles complutenses mostrando imágenes cervantinas o de los más bellos y conocidos rincones del casco histórico, llevándolos también a calles más apartadas del centro.
Según el investigador, el primero de estos grafitis lo hizo en dos tiempos. La puerta del garaje del número 2 de esta calle con la fachada de la Universidad la pintó en 2012, y siete años después, en 2019, completó el trabajo pintando las paredes laterales; la izquierda con una vista panorámica de la plaza de las Bernardas, y la derecha con otra de la calle Mayor, vista desde la esquina de la calle de la Imagen, con la estatua de Don Quijote, solo, en primer plano.
El segundo lo pintó en 2021, en el número 8, y también es un tríptico. Esta vez se trata de una vista panorámica de la plaza de Cervantes vista a partir del pedestal de la estatua del escritor, que no aparece. En el central se ve el kiosco, la Capilla del Oidor y la torre de Santa María y, al fondo, los dos torreones del Colegio de Málaga; en el de la izquierda presenta la fachada del Círculo de Contribuyentes y edificios vecinos, incluidas las cigüeñas, y en el derecho, está el Ayuntamiento y el primer tramo de los soportales.
Textos e imágenes por @complumiradas
Leído por Isabel Anaya Especialista en Marketing Digital y Diseño Web Estratégico (CEO en Grupo Villa Otium)