Como vengo haciendo con las reseñas de novelas históricas cuya acción se desarrolla en Alcalá, realizo un itinerario extraído de la novela. En este caso de ‘La buena esposa’ la última publicación de Olalla García, basada en la vida de la alcalaína Francisca de Pedraza, la primera mujer que consiguió una sentencia de divorcio en España en el s. XVII. Obra basada en los procesos judiciales que encontró el Doctor en Derecho Ignacio Ruiz mientras realizaba su tesis doctoral, hace ya veinte años, en los archivos de la BNE.
1 – MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PENITENCIA
En este colegio-convento de la calle San Juan es donde la autora sitúa a la huérfana Francisca de Pedraza, donde pasaría su infancia y del que saldría para casarse.
En 1508 Cisneros lo fundó sobre varias casas situadas en la actual calle San Juan con esquina a la entonces Plaza del Trigo, hoy de los Santos Niños, regido por religiosas franciscanas al que llamó de San Juan de la Penitencia, que sirvió de modelo para otra fundación en Toledo, y cuyo mantenimiento se sufragaba con rentas dejadas por el Cardenal fallecido en 1517.
Al convento se le asoció primero un colegio, el de Santa Isabel para doncellas pobres y honradas hasta que aquellas tuvieran edad de elegir entre la vida religiosa o el matrimonio en cuyo caso se les daba una dote. Este colegio adquirió prestigio y desde 1543 fue lugar de educación para huérfanas de servidores reales hasta 1612 en que se trasladó a Madrid. Se completó la fundación con un hospital también para mujeres pobres situado en la citada esquina hacia la plaza del Trigo.
Del conjunto conventual formado por tantas construcciones que juntaban once patios, solo queda la iglesia, convertida en sala de exposiciones de la Casa de la Entrevista desde 1964 (recordatorio del encuentro entre Cristóbal Colón y los Reyes Católicos en el cercano Palacio Arzobispal en 1486), con una portada de piedra con arco de medio punto y escudo sobre la clave, y fachada de ladrillo con cajas revocadas y zócalo de sillería.
A su lado se encuentra otro edificio que hoy alberga la Concejalía de Cultura, y otro más hasta llegar al final de la calle que alberga el Colegio Cardenal Cisneros donde se encuentra el único patio de los mencionados que quedó del conjunto y que fue claustro del convento. Aún permanecen en él las columnas de piedra renacentistas de la planta baja, cuatro de ellas con el escudo del cardenal en los capiteles, y pies derechos de madera en la planta superior.
Los siglos, las guerras, la mala conservación y el abandono obligó a la comunidad religiosa a trasladarse en el año 1884 al antiguo Colegio convento de agustinos recoletos de San Nicolás de Tolentino, en la calle Santiago, que había conocido diversos usos en su trayectoria y que se conoce popularmente como «las Juanas».
2 – CALLE MAYOR
En la calle Mayor «La vena principal de la villa», según dice uno de los personajes, está su barbería donde ejerce de cirujano. Se narra en la novela la inundación que sufrió la villa en 1620 y que anegó hasta la calle principal de la villa que también lo fue de la antigua aljama judía. De ahí su peculiar morfología urbana que ha conservado calles, plazuelas y callejones del barrio judío tal y como estaban. Su importancia fue tal que el resto de la población se refería a ella como la «cal de la judería», (calle mayor del barrio judío).
En torno a ella los hebreos fueron levantando desde el s. XIII sus peculiares casas tienda, aportando su rasgo más destacado, tras su longitud: los soportales. Éstos se sustentan sobre 343 columnas y pilares que originalmente eran pies derechos de madera, mandados sustituir por columnas en el s. XVI por el cardenal Cisneros, y nuevamente reemplazadas por pilares de piedra en el s.XIX, aunque aún quedan algunas. Las más antiguas proceden de la antigua Complutum, concretamente hay una en la esquina con la calle Nueva, cuyo enorme tamaño indica que perteneció probablemente a un edificio público, el resto son de orden toscano principalmente, y alguna de orden corintio.
El origen de los soportales hay que buscarlo en la naturaleza de las viviendas hebreas sin fachadas a la calle tal como las conocemos hoy, sino que muchas presentaban salientes voladizos en los pisos superiores formando una galería de madera cubierta de igual medida que la acera y los soportales, a la que sólo accedían sus moradores a través de escaleras. Las viviendas tenían entrada por los corrales que se comunicaban con la calle Mayor mediante adarves o pasadizos, como el Corral de la Sinagoga. En este se levantaba la desaparecida Sinagoga Mayor de la aljama que poseía una escuela talmúdica.
Otro rasgo de las viviendas, muy relacionado también con la actividad comercial que desempeñaba mayoritariamente la población hebrea, se encuentra en las «mirillas judías», una abertura de unos 10 cm de lado hecha en el suelo del primer piso con vistas al soportal o al pasadizo con la finalidad de saber quién llamaba a la puerta y decidir la conveniencia o no de facilitar las llaves al visitante, lanzándolas atadas a una cuerda. De estas mirillas hoy se conservan siete: cuatro bajo los soportales de la calle Mayor y tres en los de la plaza de Cervantes, antes antigua plaza del Mercado, y uno de los límites del barrio judío.
3 – CALLE BECERRAS
En el barrio sur de la villa, se encuentra esta calle, antes llamada también de las Carnecerías y del Doctor Tapia. Aquí todas las calles son estrechas y llenas de casas desconchadas de donde salen gritos procedentes de patios vecinales, y donde la autora sitúa la vivienda de la partera Rafaela Márquez, uno de los personajes de la novela.
Según la historiadora Mª Jesús Vázquez Madruga el primer tramo de esta calle se llamó de las Berceras porque era donde vendían las berzas las verduleras; el siguiente de las Carnicerías, y el último de las Becerras. Cuando las calles no se nombraban era simplemente la calle que iba a la Puerta del Vado.
Desde el s. XIX hasta hoy es calle del Empecinado por el héroe que luchó contra la invasión francesa y el absolutismo de Fernando VII. Alcalá se la dedicó, asi como el monumento que hay en la placita que también lleva su nombre, en recuerdo de la batalla del Zulema en la que evitó que los invasores franceses saquearan la ciudad de nuevo. En esta calle se encuentra también el convento de dominicas de Santa Catalina, fundación de la familia Mendoza, y el conocido como Huerto de los Leones, hoy Jardín de las Palabras, donde se cree que estuvo la Casa del Rico Home de Alcalá.
Ya cerca de una de las puertas de la villa, la del Vado, se encuentra el convento de Mercedarios Descalzos fundado en 1613 y convertido en cuartel de Sementales en el s. XIX tras la Desamortización. Esta puerta tuvo mucha actividad durante siglos y tenía un pequeño altar con una virgen; desembocaba en el barrio de la Rinconada, nombre debido a una riquísima mujer, María Rinconada y en el camino de Pastrana donde estuvo la ermita de San Sebastián.
4 – PALACIO ARZOBISPAL
Y llegamos al lugar donde comenzó el periplo de la alcalaína Francisca de Pedraza por conseguir la sentencia de divorcio que le apartara legalmente de su marido maltratador, Jerónimo de Jaras. Ella era una mujer sin linaje, huérfana criada en un convento que tras dos años sufriendo palizas decidió pedir ayuda a la justicia, a la jurisdicción ordinaria y a la eclesiástica que se impartía en este palacio de los arzobispos, aunque sin éxito, ya que una y otra vez, tras cada denuncia, debía volver a convivir con su agresor. Hasta que harta suplicó al nuncio papal llevar su solicitud a otras audiencias.
Por aquel entonces la residencia de los Arzobispos de Toledo cuando venían a Alcalá, era en España una joya arquitectónica impresionante. Nació como fortaleza de estilo mudéjar erigida por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada en el s. XII, y después se amplió sucesivamente hasta convertirla en esplendoroso palacio renacentista. A ello contribuyeron prelados, reyes y príncipes que residieron en ella hasta el s. XIX y que le dieron al conjunto esa mezcla de estilos que se aprecia de góticos, mudéjares, renacentistas y barrocos.
En el palacio nacieron reyes como Catalina de Aragón, reina de Inglaterra en 1485, y Fernando de Austria, emperador de Alemania en 1503, y fue lugar escogido para celebrar la primera entrevista entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón en 1486, y sede de Cortes, Tribunal de Cuentas y Justicia y Archivo del Reino. Desde 1991 alberga la Diócesis Complutense.
Un terrible incendio en 1939 dejó en pie solo la fachada principal que hoy podemos contemplar, obra del arquitecto Alonso de Covarrubias en la que destacan tres cuerpos con ventanales platerescos y galería alta de arcos rebajados. En el centro de la fachada se encuentra el escudo del Cardenal-Infante Luis Antonio de Borbón, hijo de Felipe V, que lo sustituyó por el de los Austrias en el s. XVIII, de estilo barroco en terracota.
En el ala Este del conjunto se encontraba el Salón de Concilios en la planta superior convertida en capilla neogótica en la actualidad y el Salón de Isabel la Católica, lugar donde se dice tuvo lugar la citada entrevista, en la planta baja. Ambos salones estaban bellamente decorados con artesonado mudéjar y delicadas yeserías.
La restauración del s. XIX a cargo de Manuel Laredo le dio un aire historicista propio de la época.
Cierra el patio de Armas una reja de hierro que sustituyó al muro de piedra de estilo neorrenacentista. Fue diseñada por Juan José Urquijo (1859) y se fabricó en Bélgica (1878) entre otros por el escultor florentino Pedro Nicoli, cuyo hermano Carlo hizo el monumento a Miguel de Cervantes que domina la plaza.
5 – CALLE DE LAS DAMAS
En esta calle estaba la casa de Martina Torrero, amiga del marido de Francisca de Pedraza, a cuya casa llevó a la hija de ocho años de ambos tras llevársela por la fuerza del domicilio donde Francisca estaba acogida por orden del rector mientras se resolvía el pleito. Jerónimo de Jaras frecuentaba el barrio de la mancebía donde malgastaba el dinero que Francisca se desvivía por conseguir.
A pesar de la moralidad y la religión la prostitución era una actividad aceptada en aquellos tiempos y las casas de damas y de lenocinio tenían su propio vecindario, situado en el barrio cristiano. La calle de las Damas se llamaba así porque desde la Edad Media aquí estaba la vía principal de la mancebía vieja que desembocaba en la Puerta del Vado, extramuros de la cual se encontraba la mancebía nueva, y por encontrarse en ella una de las dos casas de Damas Arrepentidas fundadas en la ciudad a principios del s. XVII para reinsertar a las prostitutas que quisieran dejar el oficio y convertirse en monjas de clausura.
Fundó la «Casa de Arrecogidas», bajo la advocación de santa María Magdalena, fray Francisco del Niño Jesús, carmelita descalzo, enfermero del Hospital de Antezana y fundador del convento de Agustinas Magdalenas, regida por Andrés de Villarán. En 1856 se instalaron en ella las RR.MM Filipenses y en 1940 «Las siervas de María» hasta 1946 en que se trasladaron al Hospitalillo.
En el s. XVI con la fundación de la ciudad universitaria la elevada población de estudiantes y criados que llenaban los colegios universitarios atrajo masivamente a estas mujeres hasta el punto de originar numerosos refranes referidos a este hecho: «Por San Lucas, a Alcalá las putas», «A Alcalá putas, que llega San Lucas» o «Por San Lucas, en Salamanca y Alcalá, feria de putas».
Cada 18 de octubre, festividad de San Lucas e inicio de curso, era tal la afluencia de estas «damas» que otro refrán decía: «En Alcalá de Henares dicen las putas: que no ganamos un cuarto que somos muchas».
En el s.XVII para aliviar la culpa de lo que se aceptaba como inevitable, surgieron las casas de acogida llamadas Recogimiento de Arrepentidas, Casa de Arrecogidas, o «las Arrecogidas» como popularmente se llamó a la otro casa que hubo situada en la vecina calle Infanta Catalina.
6 – COLEGIO MAYOR DE SAN ILDEFONSO
Finalmente este fue el lugar donde en 1624 Francisca de Pedraza consiguió la justicia que reclamó durante cinco años.
Se le permitió acudir a la Audiencia Escolástica de la Universidad, la última oportunidad para su causa, sin ser docente, ni discente, ni ejerciera ningún cargo remunerado en el seno de la institución, donde el rector y juez apostólico en la Universidad, Don Álvaro de Ayala, finalmente, le concedió todo lo que solicitaba.
El divorcio, aunque no se trataba de un divorcio como lo entendemos hoy, sino la posibilidad de poder tener un domicilio distinto al de su marido, devolución de la dote y mitad de bienes gananciales, además de orden de alejamiento para el maltratador y cualquier familiar que la intimidara. Desde las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, las universidades reales tenían poder jurisdiccional, que fue confirmado posteriormente por la Nueva Recopilación de Leyes de Castilla, por bulas y otras concesiones regias.
El Colegio de San Ildefonso fue fundado en 1499 por Francisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo con autorización del papa Alejandro VI. La planta del Colegio la había trazado Pedro de Gumiel, la primera piedra se puso en 1500 y se inauguró el primer curso en 1508 con siete colegiales llegados de la Universidad de Salamanca. Uno de ellos, Pedro de Campos, fue el primer rector.
Las Constituciones del Colegio-Universidad se promulgaron en 1510. El número de colegiales quedaba fijado en 33, y la beca tenía una duración de ocho años no prorrogables. La concesión de becas daba preferencia a los nacidos en localidades de la diócesis de Toledo, y fuera de los diocesanos, a los castellanos.
Para la dotación del Colegio Mayor y de los otros colegios filiales, el cardenal asignó al tiempo de su fundación y posteriormente en su testamento y codicilos, bienes y rentas del arzobispado de Toledo. El Colegio Mayor se ocupaba no solo de los asuntos internos, también de todo lo relacionado con la gestión académica, la administración de la hacienda y rentas y el ejercicio de la justicia, como queda comprobado.
En justo reconocimiento al autor de la sentencia, al rector Álvaro de Ayala se le homenajeó en el Patio de Santo Tomás de Villanueva de la Universidad en el año 2018 colocándose una placa que recuerda la hazaña del rector.
7 – CALLE JARAS
Esta calle no se encuentra en el callejero complutense actual ni he encontrado rastro de ella, pero la menciono porque aparece en los documentos judiciales del caso de divorcio de Francisca de Pedraza. Concretamente en la novela se describen numerosas propiedades y casas que poseía el marido de Francisca, Jerónimo de Jaras, en Alcalá. Así que podría ser que en esa calle el marido de Francisca tuviera alguna propiedad destacada.
Hay que tener en cuenta que no siempre las autoridades se han ocupado de nombrar las calles como en la actualidad. No había letreros que las indicaran, sino que se identificaban por señalar alguna dirección, concentración de oficios, algún hecho destacado, un personaje importante, un suceso que distinguía ese lugar de los demás o el nombre de la familia que poseyera edificios en ella, como podría ser el caso.
Como ejemplo cito una que aún se conserva, la de Gallo, o de Los Gallo, por el apellido de la familia cuya casona desapareció al construirse el convento del Carmen Calzado, benefactores de dicho convento, que tenían más propiedades en esa calle. Así fue hasta que en el s. XIX las autoridades fueron sustituyendo los nombres tradicionales por nombres elegidos con una intencionalidad.
@complumiradas