Inauguración del monumento a Cervantes en Alcalá de Henares
El 9 de octubre de 1879 se inauguró el monumento a Miguel de Cervantes en la antigua plaza del Mercado que lleva el nombre del escritor. El niño Fernando Sancho Huerta, más tarde cronista que escribiría en la prensa local bajo el seudónimo de Luis Madrona, estuvo presente en aquel acto acompañando a su padre, y sesenta y cinco años después, escarbando en los rincones de su memoria describiría la plaza y la celebración en una de aquellas Bagatelas.
Dice que rodeaban la plaza del Mercado formando un óvalo plantaciones de evónimos, una planta arbustiva todoterreno muy resistente que soporta sin problemas las temperaturas extremas que se alcanzan en Alcalá. Y que ya se habían llevado de esta su primera ubicación, la fuente que con el tiempo sería conocida por los alcalaínos como la de los cuatro caños, aunque aquí solo tenía uno. Ocupaba la fuente “el primer cuadrilátero, viniendo desde las calles Mayor y Libreros”, a la entrada de la plaza, y allí estuvo desde la década de los años treinta del s. XIX.
Como el agua rebosaba del pilón y el suelo de la plaza era de tierra se formaba tal barrizal que los complutenses acabaron llamándole la “esquina de los peces”. Para sortear los charcos que se formaban se improvisó una pasarela colocando ladrillos desde dicha “esquina” hasta la siguiente donde arranca la calle Libreros, justo donde estaba la botica de Gil que hoy es una churrería.
Una vez trasladada la fuente a su segunda ubicación en la cercana plaza de San Diego, se le añadió un nuevo caño y nuevo nombre, fuente de la Redondilla que era como se llamaba la plaza entonces. El espacio vacío que quedó en la plaza del Mercado se pavimentó con una amplia acera que fue muy celebrada por los sufridos alcalaínos y bajo la cual quedó sepultada para siempre la “esquina de los peces”.
Otro rasgo distintivo de aquella plaza de 1879 lo aportaba el caserío de su lado oeste formado por casas bajitas, desde la antigua calle del Toril, hoy Bustamante de la Cámara, hasta el desaparecido callejón de Continuos o de la Virginidad que daba acceso a uno de los tres patios que tiene la Universidad.
La plaza, engalanada con banderas y gallardetes, acogió aquella mañana de la inauguración una multitud que rodeaba a las autoridades locales y provinciales que a eso de las doce habían salido del Palacio Arzobispal en comitiva y ocupaban un tabladillo colocado frente al monumento para tal ocasión. Antes de comenzar la ceremonia la estatua estaba oculta bajo un paño morado y la banda del Hospicio de Madrid entretuvo a los asistentes mientras comenzaba la ceremonia.
Entre las personalidades ilustres que allí se reunieron hay que mencionar al alcalde e impulsor del proyecto, que ideara a principios de siglo José Bonaparte, Esteban Azaña, padre del que fue presidente de la II República, Manuel Azaña, y autor de una Historia de Alcalá de Henares muy documentada que es obra de referencia en la historiografía local; y al escultor florentino Carlo Nicoli, ejecutor de la obra que por su atuendo y sus patillas lucía un aspecto algo bohemio, en opinión del cronista; la joven promesa de la literatura complutense, Eduardo Pascual y Cuéllar, fallecido prematuramente poco después, fue quien leyó unas palabras alabando a nuestro egregio escritor.
También participaron en el acto dos infantes escolapios uniformados que recitaron unas poesías, y como punto final el alcalde hizo un breve y fogoso discurso, satisfecho de haber saldado, por fin, la deuda que la ciudad natal de Cervantes tenía con su ilustre vecino.
Una vez descubierta la efigie estalló una sonora ovación a la que se unieron todas las campanas de la ciudad que tocaron al unísono tras las de la parroquia de Santa María la Mayor que repicaban desde la torre campanario bajo la cual fue bautizado Cervantes en 1547 y que entonces aún formaba parte del templo parroquial. Tras los daños causados por la guerra civil quedó como solitario mirador desde el que hoy se contemplan unas vistas impresionantes del magnífico casco histórico alcalaíno.
Aquel día finalizó con una velada nocturna en el “salón de bustos” del Ayuntamiento en el que se leyó un capítulo de El Quijote. Una iniciativa local muy restringida cuyo recorrido temporal desconozco, pero que se recuperó en nuestros días siendo uno de los actos abiertos a la participación popular y que aún se hace en la actualidad, en Alcalá y otras ciudades, cada 23 de abril, fecha de la muerte del escritor. Puso el punto y final a la velada una jovencita que cantó al piano el aria final de La Favorita de Donizetti.
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