A veces encuentro en publicaciones, anuncios, comentarios, e incluso conversando con quienes nos visitan, que se da a Alcalá de Henares tratamiento de pueblo madrileño, lo que demuestra el desconocimiento que existe respecto al título de Ciudad que ostenta nuestro municipio y que se remonta nada más y nada menos que a 1687. Junto a Chinchón y Colmenar de Oreja, Alcalá es una de las tres ciudades de la Comunidad de Madrid que puede presumir de ese título. Durante el Antiguo Régimen uno de los aspectos que más valoraba la sociedad española era el honorífico. Y no era asunto baladí que a una persona o institución le distinguieran con algún título u honor ya que de ello dependían cuestiones sociales importantes entonces como tener prioridad en las procesiones, en el interior de las iglesias, ceremonias, etc. Pues con los municipios sucedía lo mismo, las aldeas aspiraban a ser villas y éstas a ser ciudades. Así, en el s. XVII el gran proyecto ideológico de nuestra villa consistió en conseguir el título de ciudad ya que en este siglo el afán de escalar puestos en la pirámide social llegó a su punto más álgido. En el caso alcalaíno la presencia de la Universidad acentuó aún más la necesidad del concejo de destacar sobre ésta, con la que tenía constantes encontronazos en actos institucionales por cuestión de competencias y representación. También el nombramiento aumentaría el reconocimiento de la aristocracia complutense que gobernaba el municipio ya que no era lo mismo ser regidor de una villa que de una ciudad. De ahí la insistencia de los regidores en solicitar el título. Desde 1660 en que se solicitó por primera vez aprovechando la visita de Felipe IV a la villa, el consistorio no cejó en el empeño y hasta en dos ocasiones más fue rechazada tal petición por el Consejo de Castilla. Finalmente y gracias a los esfuerzos del entonces regidor, Diego de Torres de la Caballería y de Diego Felipe del Castillo (Diego de Anchía), comisionados por la villa para hacer las gestiones pertinentes en la corte, se consiguió el codiciado título tras un desembolso de más de seis mil ducados que adelantó el segundo. Así, el 5 de mayo de 1687 firmó Carlos II la concesión del título de Ciudad a Alcalá en Aranjuez. Los beneficios honoríficos y protocolarios que acompañaban al título para la corporación municipal fueron: el tratamiento de señoría, acompañamiento de cuatro maceros en vez de dos en los actos públicos, levantar pendones para aclamar a los nuevos reyes y , sobre todo, igualdad en honores y distinciones con el Arzobispado y la Universidad, con la que continuaron teniendo roces en ceremonias y actos institucionales hasta el punto de que en 1691 se permitió al Ayuntamiento el uso de un repostero con las armas de la ciudad y un sitial al alcalde en el balcón del concejo, situado entonces sobre los soportales de la plaza del Mercado, justo frente al desparecido arco del rector que estaba en la entrada de la calle Pedro Gumiel, para dar igual tratamiento a los representantes de ambas instituciones cuando presidían los actos públicos desde sus respectivos balcones. De aquellos nobles complutenses que gestionaron la concesión del título nos han llegado sus casas familiares. La de Diego de Torres y de la Caballería (1658-?) está situada en la plaza de la Victoria con vuelta a la calle Seises en lo que fue el barrio cristiano del caserío medieval. Este alcalaíno fue bautizado en junio de 1658 en la Magistral y heredó una gran fortuna en Alcalá y Torres de la Alameda. Fue regidor en varias ocasiones, en una de las cuales fue comisionado para la consecución del título, pero también fue paje del Obispo de Málaga, Caballero de la Orden Militar de Santiago en la parroquia de San Justo, y miembro del Consejo de la Real Hacienda. Su casa fue restaurada entre 1989-90 para convertirla en sede de la delegación de la Cámara Oficial de Comercio e Industria en Alcalá. Gracias al arquitecto restaurador y dibujante José María Pérez González “Peridis”, muy elogiado por los arqueólogos que tuvieron que intervenir en la rehabilitación, ya que ésta fue ejemplar y muy respetuosa con el edificio original, “…sacrificó su primitivo proyecto para ajustarse a la verdadera estructura del edificio.” En ella tuvieron lugar las reuniones de trabajo de los comisionados que se encargaron de la tramitación del título de Ciudad. Es un ejemplo claro de la rústica casa-palacio alcalaína predominante en los siglos XV-XVI y reproducida en el XVII del que existen bastantes ejemplos que conservan su patio castellano empedrado de canto rodado, alrededor del cual se distribuyen las habitaciones a través de galerías con columnas, pozo y cueva. Ésta tenía otra entrada por la calle de los Seises. El pavimento de los suelos reproduce los mosaicos romanos de Complutum. Hay que destacar dos elementos en su fachada, el escudo de Armas de Diego de Torres de la Caballería que fue identificado por el investigador Francisco Delgado y una placa que colocó el Ayuntamiento con motivo de cumplirse el III Centenario del nombramiento de Ciudad en 1987. Precisamente la calle Diego de Torres, antes calle del Rastro Viejo, se llama así por este histórico personaje. No confundir a nuestro Diego de Torres de la Caballería con el escritor salmantino Diego de Torres Villarroel (1693-1770) con el que se le confundió dándosele a este último el nombre de la calle que le correspondía al alcalaíno hasta que se subsanó el error. Puede que a Diego de Torres Villarroel no le faltaran méritos literarios para merecer una calle en el callejero alcalaíno, pero basta uno para no tenerla y es que se le atribuye un folleto en verso en el que atacó con dureza a la ciudad complutense y a sus habitantes. Algunos alcalaínos de edad que frecuentaban esa calle a mediados del siglo pasado aún recordarán que se la llamaba calle de la “pulmonía” por la corriente que hacía en ella. La casa del otro protagonista de la consecución del título, el alcalaíno Diego Felipe del Castillo, está situada en el número 7 de la calle Cardenal Cisneros, y es la conocida como Casa de los Anchía, que adelantó los cerca de seis mil ducados para costear el título. Al igual que su compadre, también fue regidor de Alcalá y pertenecía a la Orden Militar de Santiago. En 1995 su último propietario la vendió a los Salesianos de San Juan Bosco, y fue restaurada para albergar el Centro Juvenil Cisneros. Igual que la casa de Diego de Torres, cumple con el prototipo de casa solariega que solían habitar los miembros de la nobleza alcalaína del siglo XVII y conserva un bello patio rodeado de columnas alrededor del cual se levanta un claustro con galerías, pozo, cueva y una portada de acceso con un arco de ladrillo. @complumiradas