Viene muy a cuento estos días explicar que la expresión coloquial “salirse de madre” tiene su origen en la situación meteorológica adversa que estamos padeciendo con abundantes e incesantes lluvias, que desde hace tres semanas están provocando que los ríos se salgan de madre, es decir, de su cauce original, ocasionando graves inundaciones. La salida de madre del río Henares no se veía en cincuenta años, y como solo los muy mayores han visto alguna de las inundaciones anteriores, vamos a recordar las más destacadas de la historia de Alcalá. Se suele creer que el río Henares, parte de cuyo cauce discurre por 15 km de nuestro término municipal, desde el puente de la Oruga hasta el Juncal, es el causante de las inundaciones más importantes que ha padecido Alcalá, pero no es así. Según el investigador local Vicente Fernández las crecidas del Henares nunca han pasado de una cuarta y media de altura. Las grandes inundaciones que han pasado a la historia desde la Edad Media hasta el s. XIX por anegar las calles más céntricas de la urbe las han causado dos arroyos que desembocan en él. El Camarmilla, situado al Norte de la ciudad y que atraviesa los barrios de Espartales, el Chorrillo y barrio del Pilar. Y el desaparecido Villamalea al Este, que nacía detrás de la residencia Francisco de Vitoria y tenía su cauce discurriendo por la carretera de Meco hasta las calles de Caballería Española y Marqués de Alonso Martínez camino del caz del Molino Borgoñón que forma la isla del Colegio. El poder destructivo de estos arroyos se debe a que ambos son capaces de acumular mucha agua cuando hay lluvias intensas, y sus cauces naturales discurren directos a la ciudad. La más grave la provocó el arroyo Villamalea el 17 de septiembre de 1598. Según recogen los Annales Complutenses, esta fue la peor de las provocadas por este arroyo que esa noche vio sus aguas crecidas junto a las del arroyo del Carmen en la zona del actual Campus Externo y siguió su camino natural por la carretera de Meco, llegando hasta la puerta de Santiago, actual plaza de Atilano Casado, calles del Tinte, Mayor, Libreros y plaza del Mercado, e inundando el desaparecido convento de San Diego y el barrio morisco. Se derrumbaron más de cien casas de las 291 existentes en dicho barrio. Incluiso la parroquia de Santiago, construida sobre la antigua mezquita, sufrió daños que llevaron a su demolición dos años después. Para evitar los estragos producidos por las frecuentes crecidas de los cursos de agua que atravesaban Alcalá, durante siglos, los arzobispos de Toledo y señores de Alcalá realizaron obras para contenerlas. El arzobispo Juan Pardo de Tavera (1534-1545) mandó cavar a mediados del s. XVI un desaguadero para reconducir el agua sobrante del Villamalea hacia el Henares. Comenzaba éste en la actual Ciudad del Aire y cruzando las vías del ferrocarril seguía por la actual calle Londres. La llamada “Colada de Villamalea” desviaba el caudal hacia la finca La Esgaravita por donde desaguaba al río. Otra obra similar realizó el arzobispo García de Loaysa Girón (1598-1599) que tras la destructiva riada de 1598 mandó hacer una zanja de circunvalación de 3 o 4 metros de profundidad y otros tantos de ancho, para rodear la ciudad cerca de 2 kilómetros, la cual se salvaba mediante pontones situados junto a las puertas de la muralla. Según Vicente Fernández, aún queda un resto de esa zanja junto a la Presa de las Armas. También se hizo otra zanja para amontonar la tierra extraída en el lado de la ciudad formando un malecón que discurría por las calles Caballería Española, Marqués de Alonso Martínez, Juan de Austria, paseo de la Alameda hasta las proximidades de la plaza de la Juventud, del que aún se tenía memoria a finales del s. XIX cuando se construyó la antigua plaza de toros. Con el tiempo éstas y otras zanjas de drenaje se convirtieron en alcantarillas a cielo abierto que producían malos olores y molestias a los vecinos, no obstante como la red de alcantarillado no alcanzaba a todas las calles, siguieron funcionando hasta finales del s. XIX en que fueron tapadas. Los desbordamientos del río Henares han sido tradicionalmente menos dañinos que los de los citados arroyos porque las zonas de inundación no estaban edificadas, y el río quedaba apartado de la ciudad. Así, el agua solo alcanzaba a las calles del casco urbano que le quedaban más cerca. La calle Colegios, ronda de la Pescadería y Puerta del Vado. Cada vez que un temporal traía lluvias fuertes, durante unos días el cauce solía desbordarse por la Colada de la Dehesa, zona de huertas por donde va la actual Ronda de Circunvalación. Aquí se formaba una corriente paralela al río que luego se encauzaba de nuevo en la Presa de las Armas. Cuando se comenzó a urbanizar esa zona en la segunda mitad del s. XX las inundaciones fueron más graves porque el agua que antes inundaba huertas ahora entraba en viviendas. Fue el caso del barrio Venecia, urbanizado en los años 50 y al que popularmente se le puso ese nombre por la facilidad con que se inundaban sus calles. El agua obligaba a sus vecinos a proteger la entrada de sus viviendas levantando pequeños muros en la parte inferior delantera de las puertas. En la segunda mitad del s. XX también se levantaron otros barrios junto al río: primero el de la Virgen del Val, y luego Tabla Pintora, Nueva Alcalá y Reyes Católicos, también en riesgo de sufrir inundaciones. En el siglo XX la riada de 1947 fue una de las más dañinas, como demuestran las crónicas gráficas y escritas publicadas por el periódico Alcalá, que el 15 de marzo de 1947 informaba: “…desbordamiento del arroyo Camarmilla y río Henares, alcanzando las aguas un nivel exorbitante incomparable al de otras veces, inundando todas las tierras de la vega y los barrios de la carretera de Pastrana, calles de Pescadería, camino del Cementerio, Chorrillo y calle de Roma, hasta donde radica la Hostería”. Incluso el cementerio se inundó y hubo que auxiliar al conserje. En la calle Pescadería se derrumbaron dos casas, y los puentes de acceso a las fincas de la Alvega, recién construido, y Jerafín fueron arrastrados por la corriente del Henares. Cerca de un centenar de cabezas de ganado perecieron y las cosechas de la vega se perdieron bajo el agua. La Guardia Civil, la Guardia Municipal y la guarnición militar ayudaron a los afectados que fueron atendidos en Santa María la Rica. Además de los daños en las fincas rústicas, también sufrieron pérdidas las cerámicas Pinilla y Estela, asi como la fábrica de harina El Colegio. Solo la construcción de los embalses en los años 80 consiguió minimizar la amenaza. La riada de 1961 también fue provocada por los desbordamientos del Henares y el Camarmilla. Según informaba otro diario, Nueva Alcalá, la noche del 14 de octubre, se producía una riada que solo produjo daños materiales. La carretera general Madrid-Barcelona quedó cortada a la altura del Encín y hubo de interrumpirse el tráfico ferroviario. El barrio más afectado fue el Venecia que entonces lo formaban casas bajas, a cuyos moradores no les dio tiempo a levantar muros de obra delante de las puertas para evitar que entrara el agua de tan rápido como sobrevino la crecida. También en las calles de Pescadería, Matadero, plaza de Portilla y Puerta del Vado tuvieron cerca del metro de agua, y treinta centímetros en la cerámica Pinilla. El agua del Camarmilla inundó el Paseo del Chorrillo. Esta vez fue la Cárcel del Partido y Santa María la Rica los lugares habilitados para dar refugio a los necesitados. La riada de 1970 la provocó el Henares en enero y anegó zonas del barrio de la Virgen del Val, único barrio ribereño y poco edificado aún. Solo destruyó las obras del nuevo campo de fútbol y de la ciudad deportiva, y el puente colgante que la BRIPAC había instalado frente a la ermita del Val, uno de cuyos estribos aún se conserva. La construcción de diques de contención en toda la zona y la regulación de los caudales de los afluentes del Henares mediante los embalses construidos en los años 70 y 80 (Alcorlo, Beleña y El Atance) disminuyeron la amenaza histórica de desbordamientos del río. En los años 1990 y 1996, aún se produjeron situaciones de peligro que no culminaron con el desbordamiento del río, ya que dependían más del desembalse de los pantanos que almacenan las aguas que de las propias lluvias. En 2023 aún recordamos las lluvias torrenciales del otoño que tan solo dieron lugar a balsas de agua, e inundaciones puntuales de pasos subterráneos como el de la calle Torrelaguna y la estación de La Garena. Mientras queden tramos urbanos del cauce del río sin proteger mediante malecones o diques, la amenaza existirá. Los tramos desprotegidos son los de la Isla del Colegio, la presa de las Armas y el Juncal. Los embalses que protegen de las inundaciones, en situaciones meteorológicas muy extremas agravan los efectos que pretenden combatir como se ha visto en este mes de marzo, cuando la crecida más voluminosa del río Henares se produjo a causa de los desembalses de las cuatro presas situadas en Guadalajara: Beleña, Alcorlo, Pálmaces y El Atance. @complumiradas Las riadas históricas del Henares complutense